Daniel y Amelia, Noventa Días, Todos los Días, Un Día Más

Espérame

Las semanas pasan demasiado rápido y con las historias que estoy terminando todavía más. Estoy sumida en el proceso de corrección y revisión de una novela y a mitad de escritura de otra. De momento no me atrevo a hablarte de ninguna de las dos, no sé si te has dado cuenta pero soy supersticiosa y hasta que estén terminadas y en buenas manos voy a guardar el secreto. Lo que sí puedo hacer es decirte que tengo muchísimas ganas de que leas ambas historias y que el blog va ser mucho más activo a partir de ahora y, para que veas que voy en serio, muy en serio, aquí tienes a Daniel y a Amelia. Creo que te debía esta escena desde que cambiamos de año…

«Raff, Marina y James acaban de irse, la puerta se cierra y tras el clic lo único que puedo oír es la profunda respiración de Daniel. Está detrás de mí, le estoy dando la espalda, sé que cuando me vuelva el mundo dejará de existir y solo quedaremos él y yo. Nosotros y el deseo que llevamos toda la noche sintiendo en la piel. Apenas invitamos a gente aquí, esta casa es solo nuestra, los dos sabemos que aquí es donde empezamos a ser nosotros y por eso es muy poca la gente que ha estado aquí. Jasper y Nathan ha estado aquí en dos ocasiones, Daniel y los dos policías han acabado trazando una peculiar y sincera amistad y yo les quiero con locura desde me ayudaron cuando Daniel sufrió aquel horrible accidente.

Un escalofrío me recorre la espalda, esos días de sufrimiento son solo un mal recuerdo.

Raff es lo más parecido que tiene Daniel a un hermano y sé que se alegra de que por fin sea tan feliz como nosotros. Cuando Raff ha entrado en casa con un brazo alrededor de la cintura de Marina y el otro con la mano apoyada en el hombro de James, Daniel ha sonreído. Él no se ha dado cuenta, pero ha sido una de esas raras sonrisas que se le escapan cuando es feliz. Los celos, sin embargo, no puede evitarlos y sí, yo siento un cosquilleo en el estómago al presenciarlos, al saber que no puede controlar esa emoción.

-No te des la vuelta -dice apretando los dientes-. No te muevas.

Aún estoy mirando la puerta, la voz de Daniel me eriza la piel y apoyo la frente en la madera. Me tiemblan las manos y cierro los puños para ocultarlo.

-No soporto que otro hombre te bese o te abrace. Me odio por ello, pero no lo soporto.

-¿Te odias? -susurro.

-Odio la debilidad que comporta sentirme así.

Respiro y me doy media vuelta. No puedo oírle decir esas cosas y no mirarle. Está tenso, desprende tanta fuerza que tengo la sensación de que el suelo de madera se estremece bajo su fuerza. No me muevo, Daniel necesita esa distancia.

-No hay ni nada débil dentro de ti, Daniel. Eres el hombre más fuerte que conozco.

Él sonríe sin creérselo, levanta una ceja.

-¿Te he contado alguna vez que tuve una aventura con una mujer llamada Lucrecia?

Vuelvo a cerrar los puños, las uñas se me clavan en las palmas. Yo sí que odio oír a hablar de las mujeres que estuvieron con Daniel antes de mí. No es solo celos, va más allá, las odio porque ninguna de ellas intentó comprender a Daniel, ninguna quiso conocerlo, sencillamente le utilizaron por su dinero, por su cuerpo, por el placer que podían sentir en sus brazos. Sí, las odio. Los celos y la rabia me suben por la garganta hasta provocarme náuseas pero intento ocultarlo porque quiero saber a qué viene ese cambio de tema. Daniel nunca habla al azar.

-No, no lo sabía -le digo como si estuviésemos hablando del tiempo.

-Fue hace años, la conocí en una fiesta que organizó Patricia.

-¿Es cliente del bufete? -le interrumpo porque si lo es dejará de serlo desde ayer.

-No. -Me mira a los ojos, baja las cejas. Lo hace siempre que intenta descifrarme, y descifrar lo que él está sintiendo-. No tengo ni idea de a qué se dedicaba.

Bueno, supongo que eso me afloja un poco la presión del pecho.

-¿Qué pasó con Lucrecia? -Quiero que siga con la historia, la ha empezado por algo y quiero saber por qué.

-Lucrecia cumplía con todas mis órdenes. Me obedecía sin rechistar, -sigue con la voz cada vez más fría, más distante. Hacía tiempo que no oía esa voz, la que utilizó todas las veces que intentó apartarme de él- de hecho estaba ansiosa por obedecerme. Siempre quería más, llegar más lejos.

-¿Y tú? -Tengo que humedecerme los labios para hablar y Daniel sigue el movimiento de mi lengua. El torso le tiembla un segundo bajo la camisa.

-Una noche fuimos a un club -retoma el relato sin contestarme. Los dos sabemos que él no quería nada de todo eso, que no lo reconozca no lo cambia-. Lucrecia había oído a hablar de él y estaba impaciente. Era un local absurdamente caro, con pretensiones y dirigido por alguien con demasiado dinero y que se había obsesionado con Eyes Wide Shut y que sin duda había leído demasiados libros malos de BDSM. Nos quedamos, Lucrecia insistió y yo ya había decidido que esa noche iba a ser la última que pasaba con ella.

-¿Una noche de despedida? -Aunque supongo que podía entender que el Daniel de esa época no era el hombre que ahora tenía delante me ponía furiosa pensar en esa frialdad, en lo mucho que me había necesitado también entonces, aunque ni siquiera nos conocíamos.

-Fuimos a un dormitorio, había una cama de dos metros en el centro y de los cuatro extremos colgaban cintas, látigos, fustas, esposas, bridas, varas. Todo el repertorio-. Igual que antes, Daniel no me contestó y siguió hablando-. Lucrecia se puso de rodillas frente a la cama y yo vi que no estábamos solos, había seis hombres más en la habitación, dos detrás del cabezal de la cama y dos más a cada lado. Lucrecia agachó la cabeza y me dijo “soy tuya”. Sentí repulsión, ahora lo sé, entonces sencillamente se me revolvió el estómago. Esa mujer no era mía, y yo -sonrió con amargura- nunca sería suyo.

Una gota de sudor resbala por la frente de Daniel y la necesidad de abrazarlo es casi incontenible. Lo logro por lo que veo en sus ojos; él tiene que acabar ese relato.

-No, tú nunca fuiste de nadie.

-No sentía nada por esa mujer, pero, joder, al menos tendría que haber sentido algo, un mínimo de respeto, de…no sé. Mierda. No sentía nada y ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que yo le pidiera.

-¿Y qué le pediste?

-Le pedí que dejase que esos hombres la tocasen mientras yo miraba. Le pedí que les tocase a ellos. Lucrecia obedeció, joder, estuvo encantada de hacerlo. Nunca la había visto tan excitada, su rostro resplandecía de felicidad. Fue la primera vez, la única vez que me pareció hermosa. Esa mujer realmente necesitaba esa clase de placer, estar con esos hombres la despertó, la convirtió en lo que debía ser.

-¿Y tú, tú qué sentiste? -me resbaló una lágrima por la mejilla.

-Nada. Absolutamente nada. Mientras esos hombres tocaban, besaban, penetraban, ataban, poseían a esa mujer no sentí absolutamente nada. Quizá aburrimiento, como mucho indiferencia. Me fui de allí, ninguno se dio cuenta. Llamé a Lucrecia un día más tarde y me explicó que se iba a vivir con tres de esos hombres. No he vuelto a verla desde entonces.

El corazón se me encoge, incluso entonces, en esa época en la que Daniel se negaba a sentir, él se había preocupado por esa mujer por la que decía no haber sentido nada. Daniel no había sentido amor por esa mujer, algo que me alegra y me hace sentirme aún más posesiva con él, pero su código del honor, ese instinto de proteger siempre a los más débiles, siempre ha estado allí.

-¿Por qué me has contado esto ahora? -Me seco la lágrima-. Ya sabes que me duele oírte a hablar de las mujeres de tu pasado.

-¡No tengo pasado, Amelia! Mi pasado empieza el día que te metiste conmigo en el jodido ascensor del bufete-. Por fin se acerca a mí. Por fin. Le tiemblan las manos al sujetarme el rostro-. Me había olvidado por completo de Lucrecia y de ese sórdido club, igual que me he olvidado de todo. Lo he recordado cuando los imbéciles de Raff y de James han insistido en besarte. -Atrapa las lágrimas con los pulgares-. Tendría que haberme acostumbrado a ver cómo otros hombres se convierten en estúpidos cuando te acercas a ellos, pero no puedo.

-James y Raff solo son amigos.

-Lo sé, Amelia. Y tienes razón cuando dices que Raff también lo es mío, pero…joder, no puedo soportar que te toquen. Por eso me he acordado de esa sórdida noche con Lucrecia. Vi como seis hombres se turnaban para tocar a una mujer y me aburrí, y mi mejor amigo te abraza y te da un beso en la mejilla y quiero arrancarle los brazos.

-Pero no lo harás.

-No lo haré porque sé que te enfadarías conmigo.

Le sonrío y me pongo de puntillas. Se merece un beso después de haber sido tan sincero. A Daniel le cuesta compartir su pasado, no es que quiera ocultármelo es que el muy idiota insiste en protegerme de él.

Le muerdo el labio inferior y todo su cuerpo se estremece, la tensión que le ha mantenido inmóvil hasta ahora le pasa factura y tiembla de un modo que reconozco a la perfección. Me necesita.

-Creo… -susurro cuando me besa el cuello- que te he prometido una compensación.

Tiene las piernas pegadas a las mías y los muslos quedan rígidos de repente. Baja las manos, inconscientemente empieza a rendirse.

-Sí, aunque yo…

Coloco las manos en la cintura del pantalón, las muevo despacio hacia la espalda y las subo hasta llegar a la nuca. Daniel se ha quedado en silencio sin darse cuenta.

-¿Sí? -le tiro del pelo para que continúe.

-Yo…-se humedece el labio-…no sé si me lo merezco.

Mantengo una mano en la nuca y la otra la bajo por la camisa y empiezo a desabrochar los botones.

-Ya decidiré yo si te lo mereces -recorro el esternón con las uñas-, tú solo dime si lo necesitas.

-Lo necesito-. Cierra los ojos, aprieta la mandíbula. Tiembla tanto que si fuese una escultura de mármol se habría agrietado-. Te necesito.

Le quito la camisa, Daniel sigue con los ojos cerrados y controlando la respiración.

-Ven conmigo -susurro al pasar por su lado y él instintivamente abre los ojos y me coge la mano. Sonrío, él antes no quería que le tocase y ahora no puede evitar hacerlo.

Caminamos hasta el dormitorio y tras cruzar la puerta le suelto los dedos. Él lo hace a desgana y me giro para colocar una mano en su torso e indicarle que se detenga.

-Amelia, por favor…

-Tranquilo. Soy tuya y tú eres mío, ¿recuerdas? -Le acaricio la mejilla y él ladea el rostro igual que un gato en busca de la caricia de su amo-. Voy a buscar la cinta.

La idea le ha gustado, los iris han oscurecido por completo y los músculos de la mitad superior del cuerpo se han apretado. La mitad inferior no voy a mirarla porque los dos perderíamos el control. Daniel sigue llevando nuestra cinta de cuero alrededor de la muñeca, es nuestra historia, pero hace tiempo busqué el fabricante original y compré un carrete para nosotros. Me sonrojo de camino al cajón donde la guardo, aún recuerdo lo que sucedió la noche en que se lo enseñé a Daniel.

-Enséñame las manos -le pido con voz firme al volver frente a él con los metros de cinta-. Dime si te aprieto demasiado.

Le rodeo las muñecas con la cinta, él observa cada movimiento fascinado. Mis dedos se mueven seguros al anudar los extremos y tiro de ellos a modo de pregunta.

-Está perfecto -confiesa Daniel.

Le desabrocho el cinturón y después los pantalones, la prenda no se desplaza. Él está tan excitado que se le han pegado a la piel. Tiro de los pantalones con decisión y Daniel sisea cuando mi mano le roza íntimamente.

-Dime qué tengo que hacer, Amelia.

-Espérame, eso es lo único que tienes que hacer. Espérame como has hecho siempre, como hiciste esa noche. -Le quito los zapatos, los calcetines y después los incómodos pantalones. Le dejo los calzoncillos, una decisión que a él no parece gustarle y por eso subo las uñas por sus muslos-. Solo tienes que esperarme.

-¿Esperarte? -Está confuso por el deseo y por la necesidad que sentimos de entregarnos el uno al otro.

-Esa noche con Lucrecia no sentiste nada porque me estabas esperando a mí. -Me pongo de puntillas y le muerdo el labio inferior-. A mí. No le dijiste a nadie lo que de verdad necesitas porque me estabas esperando a mí, ¿no es así?

-Sí -gime. Solo puedo describirlo así.

-Entonces, espérame un poco más.

Vuelvo a apartarme y me desnudo frente a él. Voy despacio, le torturo con mi lentitud, me acerco pero no dejo que me toque. Solo puede posar los ojos sobre mí. Mi vestido cae al suelo, después me quito los zapatos y las medias. Y por último la ropa interior.

-Amelia… -Le tiemblan las piernas y en los músculos de los antebrazos se le marcan las venas.

-Yo nunca dejaría que me llevases a uno de esos clubs.

Se le dilatan las pupilas y las fosas nasales.

-Tú jamás pondrás un pie allí -aprieta los dientes-. Jamás.

-Lo sé-. Le sonrío y me acerco por fin a él-. Ningún hombre entrará dentro de mí. Ninguno.

-No. -No puede hablar, tiembla demasiado.

Le coloco las manos en la cinturilla de los calzoncillos.

-Ninguna mujer volverá a tocarte nunca más-. Daniel ha vuelto a cerrar los ojos y su piel está cubierta por una fina capa de sudor-. Yo jamás te pediría algo así-. Coloco una mano sobre su erección-. Jamás. No podría soportarlo. Jamás te compartiré con nadie.

-No… -Mueve las caderas en busca de más presión. Me necesita.

-Tú no podrías soportarlo -le digo pegada a sus labios poniéndome de puntillas-. No podrías soportar que otra mujer te tocase. Dímelo.

-Amelia…

-Dímelo. -Intento apartar la mano y él ruge un no desde lo más profundo de su garganta.

-¡¡¡¡No!!! No dejes de tocarme, por favor. Por favor. Por favor-. Abre los ojos y me mira confuso, perdido en lo que sentimos-. No podría soportar que otra mujer me tocase. Moriría antes que permitírselo.

-No tendrás que hacerlo, Daniel.

Vuelvo a acariciarle y le empujo levemente hacia la cama. Él responde sin darse cuenta, cede a las peticiones de nuestros cuerpos. La parte trasera de sus piernas se topa con la cama y al tener las manos atadas frente a él cae en ella. No le doy tiempo a sorprenderse ni a intentar cambiar de postura, aunque él tampoco lo ha intentado.

-No quiero que me toque nunca otra persona. Nunca -asegura furioso-. Y no quiero que nadie te toque a ti. Solo yo puedo tocarte.

-Y solo tú vas a hacerlo. -Me siento encima de él y le guío hacia mi interior. Cuando está en lo más profundo de mi ser suelta una maldición entre dientes-. Nos pertenecemos, Daniel. Solo yo sé lo que sientes aquí dentro. -Le toco el corazón-. Y aquí-. Le aparto un mechón sudado de la frente.

-Amelia…Te necesito, por favor. Suéltame las manos. Dime que puedo moverme. -Tiembla y me mira como si solo yo pudiera salvarlo cuando en realidad él es mi tabla de salvación-. Dime qué tengo que hacer. Por favor.

Me acerco a él, sus manos quedan atrapadas entre nuestros cuerpos y los dedos de Daniel tiemblan al rozarme la piel. Mis nariz acaricia la suya, nuestras mejillas se susurran. Los dos estamos al borde de la rendición, nuestros orgasmos han empezado a abrazarse, a juntarse, a romper las barreras.

-Deja de esperarme…

Es lo último que susurro en sus labios antes de perderme y de que él grite que me ama.»

Recuerda, no existe nada más erótico que el amor ♥

©Miranda Cailey Andrews

No te olvides de confesar qué te ha parecido esta historia…

 

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20 thoughts on “Espérame

  1. milagros a.h says:

    Graciassssss
    Para mi ha sido una alegria poder leer un poquito mas de Daniel y Amelia. Me encanta la intensidad con que se aman.
    Ojala sigas haciéndonos partícipes de su historia y agrupar todos los relatos para hacer otro libro seria fantástico.
    Otra vez gracias por escribir 💋💋💋💋

  2. Edith Vázquez says:

    Después de tanto tiempo de no tener un acercamiento con Daniel y Amelia es importante recordar la necesidad tan fuerte que tiene uno del otro … ese lazo tan fuerte que ahora los une, pero me preocupa que al final no sean felices por esa misma dependencia que tienen uno del otro… en general solo puedo decir que me encanto…

  3. GCruz says:

    Hace mucho tiempo conocí la historia de Amelia y Daniel, y este relato me inspira a querer mas de ellos.
    Escribes otro libro sobre ellos?
    Gracias por regalarnos este relato, me encantó.

  4. Este es un amor precioso, intenso y único, Daniel Y Amelia tienen algo muy especial que hacen que aunque los relatos sean cortos o tarden en llegar, siempre uno se sienta en contexto como si acabara de leer su historia completa.

    Quiero más de ellos, quiero más de Raff, Marina y James, quiero más de tu pluma Miranda.

  5. OMD OMD….. No hay palabras, gracias creo que es muy poco pero es lo unico que se me ocurre decirte, adoro a Daniel y Amelia… los envidio tanto que hasta me siento mal, pero ni modo =D…
    Genial!!!!! mil veces Genial!!!, gracias por compartirlos =D

  6. andrea says:

    Claramente, muy intensa historia, su conexion es demasiado profunda, pero a la vez siempre esta al limite, es increible como eres capaz de trasmitir esa intensidad, de que seamos capaces incluso de sentirla, Graciad

  7. eva maría says:

    Como siempre me sorprendes, me encanta esta historia, siempre necesito más de Daniel y de Amelia. Esta historia de amor es realmente fascinante e intensa. Mil gracias por compartirla, eres única!!!!

  8. sharonb says:

    Hermosa historia como ya nos tienes acostumbrad@s!
    Y esperando siempre más de estos pequeños pedacitos de todos tus libros.
    Gracias!

  9. Florencia says:

    Gracias Miranda. Es un hermoso relato. Siempre estoy ansiosa por leer mas de Amelia y Daniel. Mi corazon late desbocado con cada escena. Son perfectos el uno para el otro.

  10. Mari Carmen says:

    Espero con ansias cada relato de amelia y Daniel. Fue una historia impresionante y me encanta seguir contando con estas escenas ineditas. Por eso, no dejes de sorprendernos porque “No hay nada más erótico que el amor”

  11. Lorena says:

    Hermoso cada libro cada historia nos trasladan al lugar en q se encuentran los personajes nos hacen espiar y ser participes de su historia….gracias por aquel milundo de ensueño erotismo y amor.

  12. Banny says:

    Hola!!!
    Siempre que publicas una nueva entrada me la devoro,,,,,¿cuándo nos vas a deleitar con mas de Amelia,Daniel,Rafferty,Marina y James?
    Y otra gran duda…..¿cómo es que te expresas tan bien en español?

    Gracias y no pares de deleitarnos

  13. Luisma CH says:

    Me encanta, eres de las poquísimas autoras que hacen que mis ojos lean lo que mi mente necesita sentir……un hombre como Daniel…..tal masculinidad, fuerza y erotismo contenido en sus manos atadas, en la necesidad de que ella pronuncie su nombre….ufff es demasiado….

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