Daniel y Amelia, Escribiendo, Noventa Días, Todos los Días, Un Día Más

Jamás podré alejarme de ti…

Siempre incumplo mi promesa de ser más fiel al blog, de pasarme más a menudo y contarte cómo llevo la nueva novela. Lo siento. Espero que estés disfrutando del verano y que lo estés llenando de momentos intensos. Aquí te dejo unas páginas de regalo de algo en lo que estoy trabajando, no te inquietes, aunque Daniel y Amelia lo han pasado mal te prometo que su amor es ahora mucho más fuerte y tan intenso, apasionado, sincero y único como siempre…y que las escenas de esta historia son las más reales, sensuales, románticas y duras que he escrito nunca. Can’t wait for you to read them ♥

«Suena el teléfono a las dos de la madrugada y lo primero que hago es alargar el brazo y buscar a Daniel. Está a mi lado, su presencia basta para que durante unos segundos respire aliviada. Si él está aquí, lo demás carece de importancia. Enciendo la luz de la mesilla de noche y desvío la mirada hacia el aparato de vigilancia que tenemos conectado con el dormitorio de Laura. Ella sigue durmiendo tranquila y el corazón me da un vuelco al ver su precioso rostro. Laura es nuestra, mía y de Daniel, la hemos creado juntos y es la prueba más hermosa de nuestro amor.

El teléfono vuelve a sonar y se me cierra la garganta. No puedo evitar recordar una madrugada, tiempo atrás, en que la voz de una enfermera me dijo que Daniel había sufrido un accidente y estaba en coma, a punto de morir.

-Estoy aquí -me dice él acariciándome la espalda, adivinando mis pensamientos-. Iré a contestar.

-Gracias.

Busco su mano y estrecho los dedos antes de permitir que se aleje. Daniel me besa en los labios con fuerza y se aleja completamente desnudo en busca del aparato que no deja de sonar. Le oigo contestar desde el dormitorio, no sé quién es, pero seguro que en cuanto ha oído la voz seca y enfadada de Daniel se ha arrepentido de llamar a estas horas. Dejo de oír a Daniel y deduzco que ha colgado, pero él no vuelve al dormitorio.

¿Ha bajado la voz para que no pueda oírle? Él ya no me oculta nada, Ninguno de los dos tenemos miedo de compartir lo más profundo de nosotros con el otro. Me asusto, si Daniel ha bajado la voz es porque siente que debe protegerme. No soy consciente de salir de la cama, noto el suelo bajo las plantas de los pies y en cuanto llego al salón veo a Daniel con el teléfono aún en el rostro. Sigue hablando, abre y cierra la mano que tiene libre y su cuerpo está completamente tenso, listo para luchar. ¿Contra qué?

-¿Daniel? -Estoy temblando. Tengo miedo y odio tenerlo. No puedo soportar que vuelva a pasarle algo malo, es el mejor hombre que conozco y no se merece que su pasado reaparezca siempre que es feliz. No se lo merece. Me acerco a él, voy a tocarle, a besarle el hombro, el torso, la espalda, todo lo que pueda para que sepa que estoy aquí y que sea lo que sea lo que le estén diciendo por teléfono va a salir bien. Entonces, Daniel dice:

-No se preocupe, señora Clark. Por supuesto que ha hecho bien en llamar, lamento no haberlo sabido antes.

¿Mi madre? ¿Daniel está hablando con mi madre? ¿Qué ha pasado? La angustia me lleva a buscar la mano de Daniel y él captura la mía enseguida. Oh, Dios, ha sucedido algo grave.

-Claro, vaya. No se preocupe. Mañana estaremos allí. Amelia la llamará más tarde.

Mi madre cuelga sin despedirse, estoy tan cerca del aparato que puedo oírlo, y Daniel me rodea con los brazos y me aprieta contra su torso.

-Ven aquí -farfulla-. Tengo que abrazarte.

-¿Qué ha pasado?

Daniel suelta el aliento, su torso baja y sube lentamente bajo mi mejilla.

-Tu padre ha sufrido un infarto -me dice con la voz pausada-. Por suerte tu hermano estaba en casa con ellos y ha sabido reaccionar. Está en el hospital de Oxford.

-Tengo que ir ahora mismo -digo por entre las lágrimas e intentando soltarme.

-No, son las dos de la madrugada, Amelia. Tu madre me ha hecho prometerle que no iríamos hasta mañana. Tu padre está inconsciente y ella necesita dormir. Allí no puedes hacer nada. -Me acaricia la espalda hasta llegar a los hombros, una vez allí, tira de ellos suavemente y al mismo tiempo con fuerza para mirarme a los ojos-. ¿Lo entiendes?

-Es mi padre.

-Lo sé y aunque quizá no te lo creas entiendo que sientas la necesidad de ir corriendo a verle, pero es mejor que esperes hasta mañana. Aunque llegases ahora mismo al hospital, no podrías hacer nada. Tu madre me ha asegurado que los médicos han hecho todo lo que podían y que ahora toca esperar. Confía en mí.

Ha elegido esas palabras porque sabe que son lo único que puede tranquilizarme. Él.

-No puedo perder a papá ahora, Daniel. -Me abrazo a él con todas mis fuerzas-. Tiene que hacer de abuelo.

-Y lo hará.

Daniel se tensa, durante un horrible segundo temo que me esté ocultando algo, pero entonces él vuelve a apartarme de su torso y me besa apasionadamente.Baja las manos por mi espalda, me rodea la cintura y pega mi cuerpo al suyo, los dos desnudos. Ese beso no acaba, me dejo llevar por la fuerza de Daniel. Le necesito. Él lo sabe y me levanta en brazos. Me asusta perder a mi padre, supongo que me asustaría fueran cuáles fuesen las circunstancias, pero ahora que está Laura y que Daniel empieza a confiar en él, en que se merece ser feliz, no puedo soportarlo.

-Deja que esta noche sea yo quien ahuyente tus pesadillas, Amelia -me pide Daniel besándome el cuello mientras camina de regreso a nuestro dormitorio-. Por favor.

Me tumba en la cama y estoy a punto de decirle que no puedo. El miedo que he sentido al oír la noticia sobre mi padre se ha extendido por mi cuerpo, pero Daniel se tumba encima de mí y no deja de besarme. Me sujeta las muñecas con una mano y las coloca por encima de mi cabeza.

-Confía en mí, Amelia. Dame esta noche tu dolor, puedo soportarlo.

Me mira a los ojos cuando dice esa frase y me besa despacio sin soltarme las manos.

-Oh, Daniel -suspiro por este hombre que no sabe lo fuerte que es ni lo generoso que es su corazón.

Daniel me besa el cuello y baja la mano que tiene libre por mi cuerpo.

-Voy a atarte las manos a la cama -me dice con la voz ronca-. No puedo sujetarte y tocarte al mismo tiempo. Y necesito tocarte. Y tú necesitas no pensar. Necesitas dejarte llevar y entregarte a mí. Entregármelo todo. Todo, Amelia. ¿Lo has entendido?

Me muerde justo debajo de un pecho y se aparta de la cama. No me ha pedido que esté quieta, pero su voz así me lo ha hecho sentir. Se mueve con su elegancia habitual, una elegancia peligrosa, y vuelve a la cama con dos cintas de raso negro que hacía tiempo que no utilizábamos, o no de este modo.

Me ata las manos y me besa las muñecas, la piel del interior de los brazos. Acerca el rostro al mío, me acaricia con la nariz y con las mejillas en las que empieza a salirle la barba.

No me besa, detiene los labios encima de los míos y solo respira. Voy a morir de deseo, me niega lo que necesito: sus besos.

-Daniel…

-¿Sí?

Sonríe, está guapísimo y sé que mi deseo y el suyo rivalizan.

-Bésame. -Me humedezco los labios-. Por favor.

-Ahora mismo.

Se coloca entre mis piernas y separa los muslos. El modo en que me mira me hace temblar. Tiene los ojos negros, fijos en mi piel y las manos le tiemblan encima de mis rodillas.

-No sabes lo hermosa que eres y jamás sabré apreciar tu belleza como te mereces, Amelia. Pero eres mía. Tu dolor es tan mío como lo son tus sonrisas. Deja que te ayude a olvidarlo en mis brazos. Esto puedo hacerlo.

Odio que Daniel crea que solo sabe demostrarme sus sentimientos a través del sexo.

-Sé que puedes, Daniel. Sé que… -Se agacha y me besa el interior de los muslos-… Daniel.

-¿Sí? -Habla pegado a mis muslos, respirando encima de ellos.

-No es sexo. -Me cuesta articular las ideas, mi mente confunde las palabras porque Daniel me está besando y acercándose a mi entrepierna-. Nunca ha sido sexo.

Él se detiene un segundo y al abrir los ojos veo que tiene los hombros tensos, El sudor le cubre la espalda y las piernas incluso vibran de la fuerza que está haciendo para no moverse. Me está escuchando y en un rincón de su interior tiene miedo de lo que le estoy diciendo.

-Al principio sí -dice entre dientes. No lo cree, no puede creerlo. Pero quizá está convencido de que yo sí.

Me ha atado las manos, pero no las piernas. Sonrío y las levanto para abrazarle con ellas. La tensión de sus hombros se afloja ligeramente.

-Nunca fue solo sexo. -Aprieto las piernas-. Nunca. Ni siquiera la primera vez. Tú me elegiste porque sentiste algo ese día. No sé qué, pero algo. Algo que no habías sentido nunca antes-. Vuelve a besarme en la parte más íntima de mi cuerpo, busca mi sabor con una desesperación que le hace incluso gemir-. Y yo… -me cuesta hablar, quiero dejarme llevar, sentir a Daniel-… yo supe esa primera vez que eras peligroso, y aún así nada ni nadie podría haberme alejado de ti.

-Joder, Amelia. -Levanta las manos y me sujeta las caderas-. Cállate, por favor. Deja de hablar.

Me besa desesperado, mueve la lengua en mi interior. Los dientes rozan la piel delicada y después Daniel la acaricia con los dedos que ahora ha acercado también allí.

-Deja de hablar y siente, solo siente.

-Siento siempre que estoy contigo… -Arqueo la espalda en busca de sus labios-. No solo en la cama, Daniel. Siempre.

-Joder-. Las manos de Daniel vuelven a mis caderas-. No digas nada más, por favor.

-¿Por qué? -Abro los ojos y levanto la cabeza para mirarle. Tiene la frente cubierta de sudor y los labios húmedos de besarme. El torso también está sudado, pero lo que más me impresiona es que parece costarle respirar-. ¿Qué te pasa, Daniel?

-¿Que qué me pasa? -Sonríe con los ojos oscuros, la mandíbula apretada-. Que estoy a punto de correrme. Te necesito y esto iba a ser para ti. No para mí.

-No… -Tiro de los brazos porque necesito tocarle-. Suéltame, Daniel. Suéltame.

-No. -Vuelve a agachar la cabeza y antes de seguir besándome farfulla-. Quiero sentirte en mi boca antes de entrar dentro de ti. Tu sabor me vuelve loco y lo necesito. Dios. Lo necesito.

Me besa, no se aparta hasta que mi cuerpo es incapaz de dejar de temblar, de necesitarle. Le he suplicado que me soltase, que me hiciera el amor, y él ha seguido besándome, tocándome. Eliminando de mi cuerpo todo excepto el amor y el deseo.

-Daniel, por favor… Ven. -Es lo único que puedo decirle-. Te necesito. Por favor. Te nece…

Se coloca entre mis piernas y entra dentro de mí antes de que pueda terminar la frase. Me besa, busca mis labios con la misma desesperación de antes. Le necesito tanto, tan dentro de mí que le muerdo el labio.

-Yo… lo siento… -farfullo.

-Hazlo otra vez -me pide él.

Le beso, le muerdo, levanto las caderas y él las retiene con sus manos. Sentirle así, sin control encima de mí, es maravilloso. Sé que Daniel jamás ha estado así con nadie, solo conmigo. Yo soy la única que le ha visto así, sin barreras y sin restricciones.

-La primera vez -farfulla él apoyando las manos a ambos lados de mi cabeza- supe que jamás podría soportar alejarme de ti. Por eso lo hice.

-Daniel. -Muevo el rostro en busca del suyo, necesito besarlo.

-Amelia. La segunda supe que tenía que conseguir que te entregarás a mí. -Tiembla, se estremece, crece dentro de mí-. La tercera quise entregarme a ti. Te hice pasar un infierno por culpa de eso.

-Jamás.

-Sí.-Me muerde el cuello-. Lo hice. Y no me arrepiento porque así aprendí a entregarme a ti de verdad. Como necesito. Dios, Amelia. Odio no haberme dado cuenta antes.

-Yo odio que te sientas así. Te amo, Daniel.

-No… aún no. -Mueve de nuevo las caderas, está al límite-. Más. Quiero estar más tiempo dentro de ti.

-Te amo, Daniel -susurro buscando de nuevo su rostro-. Te amo. Te amo. Te amo.

Daniel me besa, no sé si pretende callarme pero yo le muerdo el labio y el instante exacto en que mis dientes se hunden en su piel, Daniel se estremece y su cuerpo cede ante un clímax tan intenso como la fuerza de un huracán. Yo me rindo con él, el orgasmo me sacude, mis piernas tiemblan y arqueo la espalda para perderme con Daniel en ese universo de placer, deseo, piel, besos y caricias que creamos juntos.

Después, Daniel me suelta las manos y me recorre el rostro y el cuello a besos. Me aparta el pelo del rostro.

-Jamás podré alejarme de ti… Te amo, Amelia.

Capturo la mano con la que me está acariciando.

-Jamás tendrás que hacerlo. -Le beso la palma.

Me quedo dormida en los brazos de Daniel. Allí me siento segura, feliz. Protegida e invencible.

Una semana después, Daniel tiene que viajar solo a Nueva York y yo tengo que quedarme en Oxford con papá. Es doloroso. Muy doloroso. No podemos estar separados y sin embargo ahora tenemos que estarlo. Me duele. Es lo más difícil que hemos hecho nunca.

Lo sigue siendo.

No sé cuándo volverá. No sé qué sucederá cuando vuelva. Oh, Dios mío, tengo que dejar de llorar.»

©M.C.Andrews

Continuará…. (aquí o en un libro)

Recuerda, no existe nada más erótico que el amor.

Si te ha gustado esta escena inédita entre Daniel y Amelia, deja tu comentario y compártela ♥

Jamás podré alejarme de ti

Jamás podré alejarme de ti

 

 

 

 

 

 

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7 thoughts on “Jamás podré alejarme de ti…

  1. Cris Sandoval says:

    Miranda….está genial!!!! me encantan tus relatos, me encanta la historia de Daniel y Amelia….. espero que pronto haya nuevo libro 🙂 🙂 🙂

  2. oralia garcia says:

    Me encanta eres unica esta historia merece mas y tu lo haces posible gracias por lo bello que escribes gracias por darnos mas y mas hermosos y ojala que si tengamos un libro por favor….saludos desde monterrey Nuevo leon Mexico

  3. Bialmera says:

    Me encanta y me deja con ganas de mas……. Daniel y Amelia son explosivos, romanticos, idilicos…… unicos……

  4. Ellen says:

    Lo amé! Ellos son tan hermosos y lo que sienten tan profundo. Miranda no lo soporto mas quiero saber de James, Raff y Marina. Por favorrr!!! 😦

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