Ya sé que dije que intentaría actualizar más a menudo esta página y siento no haber cumplido. Me encanta que te pases por aquí y que puedas leer los besos inéditos de Daniel y Amelia y las miradas, también inéditas, de Raff, Marina y James. Esta es mi casa y es donde me siento más cómoda, lo único que lamento es que no podamos vernos en persona y no poder invitarte a una taza de té. No voy a aburrirte con mis líos ni voy a contarte que estoy a punto de terminar la nueva novela (prefiero que la leas en cuanto caiga en tus manos), voy a dejarte con una escena que va a acelerarte el corazón, robarte el aliento y erizarte la piel…y mucho más.
Seda
«Llevaba dos semanas trabajando como una posesa, ACNUR había elegido nuestra ONG como socio para gestionar el envío y la entrega de dos toneladas de medicamentos a Nepal. Era una operación complicada y teníamos que asegurarnos de que saliera a la perfección y en el menor tiempo posible. Los dos terremotos habían dejado a demasiados niños y mujeres indefensos y ni Amelia ni yo queríamos correr ningún riesgo con ellos. ACNUR nos había seleccionado a nosotras porque nuestra reputación era intachable (por desgracia últimamente han habido casos de ONGs corruptas) y porque James, aunque él lo niega, nos recomendó.
No sé por qué a James le cuesta tanto reconocer que nos ha ayudado (y que ha presumido de mí). Según Raff, no quiere que le demos las gracias; a él le sucedió lo mismo cuando ganó la cuenta de uno de los mayores promotores de conciertos de Europa y tardó meses en enterarse de que James conocía a uno de los mayores accionistas de esa empresa. A fecha de hoy, James sigue negando que tuviese algo que ver al respecto.
Estoy cansada, apenas recuerdo cuándo dormí más de cuatro horas seguidas por última vez ni cuándo vi a James y a Raff más de una hora. Cuando llego a casa es tan tarde y estoy tan cansada que prácticamente me arrastro hasta la cama y me meto en ella sin desnudarme. Por la mañana, cuando me despierto, llevo el pijama y hay una taza llena de café en la mesilla de noche junto con una flor o algún otro detalle igual de romántico. No sé qué haría sin esos segundos de felicidad, probablemente ya me habría vuelto completamente loca.
-Tenemos que descansar -me dice Amelia-. No podemos seguir con este ritmo. Tú y yo solas no podemos salvar el Nepal.
-Lo sé, pero podemos intentarlo, ¿no crees?
-No se trata de eso, Marina, y lo sabes. Estoy tan cansada que en el próximo email que mande puedo provocar un golpe de estado. No sé ni qué estoy escribiendo-. Levanto la cabeza y la miro-. Y tú estás peor.
-¿Daniel te ha sermoneado?
-No se trata de eso -se sonroja un poco-, aunque si le hubieras oído ayer por la noche ahora no estarías aquí tan tranquila. Dijo que si no nos tomábamos un descanso encontraría el modo de obligarnos a cerrar durante unos días. Tanto si queríamos como si no.
-Oh, no, ¿qué va a hacer ahora el señor Soy Tan Intenso Que Voy a Estallar? -me burlo, pero empiezo a repasar mentalmente si hemos pagado todos los permisos al ayuntamiento.
-Nada, pero me costó convencerlo -me asegura Amelia-. Pero Daniel tiene razón, Marina. Tenemos que descansar, así tampoco estamos ayudando a nadie. A ti se te cierran los ojos cada dos por tres y llevas horas intentando leer esa página que tienes delante.
Le di la vuelta la papel a la defensiva.
-Solo tengo que tomarme un café -insisto.
-No, tienes que descansar. Las dos tenemos que descansar, y los demás también. Esta ONG parece una casa de locos -suspira-, y… ¿no echas de menos a Raff y a James?
Al oír sus nombres me tiembla el labio inferior y tengo unas absurdas ganas de llorar. Es culpa del cansancio, me digo.
-Mucho -contesto casi sin darme cuenta.
Amelia apaga el ordenador, se levanta de la silla y camina hasta mi mesa. Coloca una mano en mi hombro y lo aprieta suavemente.
-Vete a casa, Marina. Yo me voy a la mía con Daniel-. Se aparta y abre la puerta de nuestra pequeña sala de reuniones-. Les diré a los demás que se tomen el día libre.
Asiento porque el nudo que tengo en la garganta me impide hablar y durante unos minutos me quedo escuchando el ruido que hace la gente al irse. Amelia tiene razón, todos necesitamos descansar y recuperar fuerzas. Miro el reloj y veo que son las once de la mañana, Raff estará en el bufete y creo recordar que James nos ha dicho esta mañana que tenía una reunión muy importante. Me tiemblan los dedos de las ganas que tengo de sacar el móvil y llamarles, decirles que tengo el día libre y que les necesito. Pero no puedo hacerlo, no sería justo para ellos. Los dos han sido muy comprensivos conmigo estas dos semanas y no se merecen que me entrometa en sus trabajos. Además, después del poco caso que les he hecho estos días no me siento con derecho a pedirles que dejen lo que estén haciendo por mí. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en el respaldo de la silla, una lágrima me resbala por la mejilla.
-Dime que estabas a punto de llamarme a mí o a James.
La voz de Raff me sorprende y me acaricia. Abro los ojos y le veo apoyado en el marco de la puerta. Sujeta el casco de su moto en una mano y tiene cara de pocos amigos.
-¿Qué…cómo…? -estoy aturdida y se me ha anudado el estómago al verle tan atractivo y tan de repente.
-Amelia me ha mandado un mensaje -levanta el móvil para enseñármelo pero sigue donde está-. Supongo que tendré que darle las gracias porque me parece que tú no ibas a avisarnos.
-No quería molestaros.
-¿Qué has dicho? -Avanza hacia mí y se detiene frente a mi mesa. Deja el casco encima y clava los ojos en mi rostro.
-Estos días yo… he estado muy ocupada… -Levanta las cejas y yo tengo que tragar para poder continuar-…no os he hecho caso… apenas os he…tú tienes trabajo y James una reunión… -él sigue en silencio y yo doy gracias por estar sentada porque han empezado a temblarme las piernas-. Os habría visto en casa esta noche.
-¿Has acabado?
Intento asentir.
Raff se inclina sobre la mesa, sus manos se deslizan con fuerza por mi pelo hasta llegar a la nuca y tira de mí para besarme. Sus labios separan los míos y la lengua y el sabor… su sabor… consiguen que me dé vueltas la cabeza y que tenga que sujetarme de sus muñecas para no caerme. No me permite apartarme, un gemido escapa de su garganta y al rozarme la boca me estremece y tengo que apretar las piernas. Suspiro, pero la emoción es tan intensa, casi tanto como el deseo y el amor, que lo que sale de mis labios es un sollozo. Raff se aparta y mirándome a los ojos me acaricia los pómulos.
-Voy a llevarte a casa, Marina, ¿de acuerdo? Tienes que descansar, así que durante lo que queda del día vas a dejarlo todo en mis manos y en las de James. Te hemos echado de menos, princesa-. Me da un beso muy suave y tengo ganas de llorar-. Pero en ningún momento nos hemos sentido abandonados ni estamos enfadados contigo. Tu trabajo es importante, tanto o más que los nuestros, así que nada de decir estupideces. ¿Vas a hacerme caso?
Aparta las manos y levanta el casco.
-Lo intentaré -sonrío a pesar de que me tiemblan los labios.
-Así me gusta-. Abre la puerta y espera a que salga yo primero-. Tengo tu casco en la moto y James también está de camino.
Sigo sentada, no porque quiera quedarme sino porque estoy mirando embobada a ese hombre que me robó el corazón hace más de un año.
-No me digas que tienes que quedarte a trabajar-. Raff mal interpreta mi quietud-, porque soy capaz de levantarte en brazos y sacarte de aquí aunque no quieras.
Aunque reconozco que esa imagen ha hecho que subiera la temperatura de la sala de reuniones unos cien grados, no voy a provocarlo. Lo dejaré para otro día cuando estemos los tres.
-No. Vamos a casa, Raff.
Me sonríe y cuando paso junto a él no puedo resistir la tentación de ponerme de puntillas y darle un beso.
Ir en moto con Raff siempre es excitante. Hoy lo es aún más. Le rodeo por la cintura y escondo el rostro en su espalda. El casco es enorme, Raff y James insistieron en comprarme uno que prácticamente puede amortiguar cualquier golpe, pero el perfume de Raff se cuela igualmente por debajo. Huele tan bien, y no es el perfume que lleva. A ellos dos no se lo he dicho nunca pero al principio olían distinto, ahora, sin embargo, sus olores se han mezclado y han creado la esencia más sensual y erótica del mundo…y es solo para mí. Cuando nos detenemos en los semáforos, Raff aparta una mano de la moto y la coloca encima de las mías para acariciarlas, y en uno de especialmente largo me ha acariciado un muslo. Es una seducción, como si quisiera decirme que en cuanto lleguemos a casa no habrá tiempo para estos detalles (aunque ellos dos siempre encuentran el modo de hacerme enloquecer con sus besos y sus caricias). Cierro los ojos y me dejo llevar por la presencia de Raff, el ronroneo de la moto, el viento que cruza las calles de Londres.
Cuando nos detenemos, Raff baja primero y me quita el casco. Cuando sus dedos me rozan la parte inferior de la barbilla, me estremezco.
-Chis, tranquila -me sujeta por la cintura-, ya estamos en casa.
Sacudo la cabeza y veo que efectivamente estamos en nuestro garaje. Raff se aparta y se acerca a la mesa en la que tiene sus herramientas de mecánico para dejar allí los cascos. Se quita la cazadora de cuero y la cuelga con desgana de un gancho, se pasa las manos por el pelo.
-Te necesito -las palabras salen de lo más profundo de mi ser y de mis labios.
Él se da media vuelta y en sus ojos veo reflejado lo mismo que yo estoy sintiendo. Le tiembla el músculo de la mandíbula y estira los dedos. Avanza hacia mí, se me acelera la respiración.
-Vamos -me coge la mano y tira de mí hacia el interior de la casa.
Llegamos al comedor, la chimenea está encendida y oigo unas pisadas en el piso superior.
-¿James? -pregunto.
-Estoy aquí -me contesta y su voz ronca manda mi sistema nervioso a paseo-. Bajo enseguida. ¿Raff?
-¿Sí? -le contesta sin soltarme.
-Cuida de ella.
-Eso es exactamente lo que voy a hacer -le contesta muy bajito, lo suficiente para que yo me tropiece y sea incapaz de pensar.
-¿Qué estáis tramando?
-Nada, princesa. Vamos a sentarnos en el sofá junto al fuego y a descansar un rato. Después cenaremos, ¿qué te apetece?
Raff se sienta y durante unos segundos yo también. Pero no puedo pensar, el beso que me ha dado antes, el trayecto en moto, su perfume, la voz de James, lo mucho que les he echado de menos. Me levanto nerviosa.
-Yo… -balbuceo-…no lo sé.
-Has dicho que ibas a hacerme caso, Marina. -Vuelvo a sentir su mirada en mí, durante unos minutos ha intentado calmarse, tal vez por mi bien, pero ahora vuelve a enseñarme lo mucho que me desea.
Yo les deseo más.
-Bueno… es que… -¿Pero qué diablos me pasa? El corazón me late tan rápido que no puedo hablar y mucho menos pensar.
-Ven aquí. -Me hace una señal con los dedos-. Acércate.
Camino hasta donde Raff sigue sentado y cuando me detengo delante de él sube despacio -muy, muy, muy despacio- los dedos por mi pierna.
-Raff…
-¿Qué sucede, Marina?
Tengo los ojos cerrados, pero me imagino su sonrisa a la perfección.
-Yo…
-¿Sí?
Sigue subiendo los dedos por debajo de mi falda y cuando llega a mi cintura tira de mí hacia él para hundir su rostro en mi vientre y respirar profundamente.
-Os he echado de menos…te…os…Maldita sea -me muerdo el labio inferior-. Siento haber estado tan ocupada estos días.
Me da un cachete y abro los ojos. Él nunca había hecho algo así, no ha sido doloroso, en realidad apenas ha utilizado nada de fuerza, pero me ha dejado claro lo enfadado que está.
-No digas tonterías, Marina. Tú no tienes que disculparte de nada. Nunca. Ni ahora ni nunca-. Se pone en pie y me sujeta la nuca para besarme de nuevo igual que ha hecho en la sala de reuniones…Pero el beso va a más, esta vez no se detiene y baja las manos por mi blusa desabrochando los botones. La tela cae al suelo y me doy cuenta de que tengo las manos a ambos lados de mi cuerpo. Raff no solo me está besando, sus cuerpo desprende tanto calor y tanto deseo que tengo miedo de tocarlo porque sé que si lo hago, cuando lo haga, no lo soltaré nunca. Aparta los labios de mi boca y me besa el cuello, noto sus dientes rozándome la piel, dejando una leve marca, leve en mi cuerpo pero eterna en mi corazón.
Voy a tocarlo, necesito hacerlo. Levanto las manos despacio y James las detiene.
-Nada de eso, princesa -me susurra James al oído derecho pegado a mi espalda. Me sujeta las muñecas con los dedos firmes y me besa la mejilla-. Hola, Ra -dice por encima de mi hombro.
-Hola, Jamie.
Ellos dos se besan pegados a mi rostro, les miro unos segundos pero les he echado tanto de menos que no puedo seguir esperando. Un gemido, un temblor, lo único que puedo hacer es dejar caer mi cabeza en el torso de James y pegar mis pechos al de Raff.
-James, por favor… -sollozo-. Os necesito.
-Y nosotros a ti, princesa. -James me sujeta la barbilla y gira mi rostro hacia él para besarme. Su lengua se desliza despacio y firme por entre mis labios, sus dedos me acarician el rostro y noto su firme cuerpo detrás de mi-. Deja que cuidemos de ti, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Me desnudan, sus manos y sus labios no dejan ni un centímetro de piel sin besar y sin acariciar. Creo que nunca me he sentido tan amada como ese momento, con ellos dos tan pendientes de mí y de mis deseos. Los tres tan sincronizados.
-Tu piel es como la seda -susurra James besándome la espalda.
Raff me acaricia los pechos y se agacha delante mí. Tiemblo tanto que tiene que sujetarme por las caderas.
-Suave como la seda -repite Raff antes de besarme en la parte interior de los muslos.
James desliza una mano entre mis nalgas y me besa el omoplato y el cuello. Los labios suben a medida que la mano sigue bajando. Me susurra al oído:
-La seda es también increíblemente fuerte, ¿lo sabías, Marina?
-No, no lo sabía -tengo que humedecerme los labios para poder hablar-. No puedo más, James, Raff.
James sigue sujetándome las muñecas en la espalda con una mano y me acaricia con la otra. Sus besos por mi cuello y mis labios van a hacerme enloquecer y los de Raff por el resto de mi cuerpo van a matarme.
-Fuerte y suave, así es nuestra princesa, ¿no crees, Ra?
-Sí -contesta él levantándose-, pero no es la única.
Sollozo, me quema la piel, no puedo respirar, mi corazón hace rato que ha marcado una herida en mi pecho, mis labios buscan frenéticos los de Raff y James y me siento vacía sin ellos.
-¿No es la única? -en medio de mi deseo detecto que esa respuesta no le ha gustado a James.
-No te enfades-. Abro los ojos y veo que Raff tira de la cabeza de James para besarlo. No lo suelta hasta hacerle gemir-. Marina es la única, nuestro único amor. La única que responde a esa definición.
Raff me levanta en brazos y entonces veo que también está desnudo. Los tres lo estamos. Me da un beso en la punta de la nariz y me sube en brazos hasta nuestro dormitorio. James camina detrás de nosotros, fuerte, excitado, sin apartar ni un segundo la mirada.
-Pero tú también eres así, Jamie -sigue Raff después de abrir la puerta de una patada. Si no estuviera al borde del mejor orgasmo de mi vida probablemente le reñiría. En mi estado actual me da completamente igual-. Tú también eres fuerte y suave.
Raff me deposita en la cama, pero enseguida se tumba a mi lado y me sienta encima de él. Enreda las manos en mi pelo y tira de mi para besarme al mismo tiempo que levanta las caderas.
Tiemblo y creo que me cae una lágrima por la mejilla.
-Ya está cariño, ya casi está. Ahora volveremos a ser nosotros y después podrás descansar. No tendríamos que haber dejado que estuvieras tantos días sin apenas dormir.
-No… -sacudo la cabeza-…dormir me da igual… Os necesito a vosotros.
-Lo sé -susurra James a mi espalda-. Los dos lo sabemos. Ra y yo creíamos estar haciendo lo correcto, pero no volveremos a dejar que pasen tantos días sin que estemos juntos.
-Vosotros… vosotros… -no sé qué quiero decirles.
-Nosotros te necesitamos. -Raff desliza una mano entre nuestros cuerpos y me penetra lentamente-…sin ti no… Dios.
-Tranquilo, Ra -James acaricia el rostro de Raff y me besa la espalda-, Marina sabe que no podemos existir sin ella. Y ella sin nosotros tampoco.
-Os amo-. Me levanto despacio de encima de Raff asegurándome de no separarmos-. Os necesito.
-Yo también a vosotros -susurra James, despacio, intenso, pegado a mi cuello mientras entra dentro de esa parte de mí que nunca había relacionado con el amor hasta que encontré a esos dos hombres y me enamoré perdidamente de ellos-. Te amo, Marina -me acaricia la espalda cuando siente que me tenso, me gira el rostro con una ternura que contradice la tensión que desprende su torso y sus muslos y me besa despacio-. Os amo.
-Yo también te amo, Marina -pronuncia Raff entre dientes al levantar las caderas. Mueve las manos por mi cintura hasta llegar a mi espalda y poder acariciarnos a los dos al mismo tiempo, a mí y a James. Noto que los abdominales de James se contraen al sentir la caricia-. Te amo, Jamie.
-Y yo a ti, Ra, y yo a ti. -James tiembla, aprieta las manos en mi cintura y me pega a su pecho para que no me mueva-. Tienes que moverte Ra, yo no puedo aguantar ni un segundo más. Vuelvo a sentiros a los dos, a ti y a Marina, si me muevo, aunque sea un centímetro, perderé el control.
Sonrío, no puedo evitarlo.
-Claro, Jamie, lo que necesites -el tono burlón de Raff me ayuda a contener el deseo que me estaba quemando y abro los ojos para mirarle. Me guiña un ojo y de repente noto que James queda completamente pegado a mi espalda.
-Eres un bastardo -farfulla James antes de morderme el cuello y después pasarme la lengua por la marca de los dientes.
-Pero me amas -dice Ra echando la cabeza hacia atrás. Sé que ha levantado las rodillas empujando así la espalda de James hacia mí-. Y Marina también, ¿no es así?
El muy engreído está preguntándome eso mientras sube y baja las caderas despacio.
-Te amo -le respondo cerrando de nuevo los ojos-. No puedo más…Estáis dentro de mí y…os siento. Os amo. Os necesito.
Apoyo las palmas en el torso de Raff y la cabeza en el torso de James. James busca mis labios y me besa, se mueve despacio a mi espalda, me aprieta y siento latir su corazón, su deseo, dentro de mi cuerpo. El fuego me recorre la espalda. Las manos de James están en mis pechos y Raff tiene una en entrepierna, cómo si mi cuerpo pudiese soportar más placer, y otra está acariciando la cadera de James, manteniéndonos unidos también de esa manera.
-Joder, Marina, te he echado mucho menos. Siento no haber sabido cuidarte mejor -farfulla James moviéndose al límite, su sudor me resbala por la espalda. Sé que no puede contenerse más…y yo tampoco-. No volverá a pasar. Eres mía igual que Ra.
-Maldita sea, Jamie-. Ra levanta furioso las caderas-. No digas estas cosas, vas a hacer que me corra y necesito alargar esto…Necesito más. Los tres lo necesitamos.
-No…Ahora -sollozo yo-…Ahora…por favor… Rafferty… James… Ahora…
Muevo una mano hasta acariciar el rostro de Raff y él lo gira para besarme la palma de la mano y con los labios busco los de James. James me muerde el labio sin querer pero no se aparta, sus manos tiemblan en mi cintura cuando el orgasmo le tensa el cuerpo y se entrega por fin al placer y a la pasión que han creado nuestros cuerpos y nuestro amor. Sentir a James de ese modo tan íntimo dentro de mí me estremece, me rindo, me entrego para siempre a esos dos hombres y el clímax casi me arrebata la conciencia. Raff levanta la cintura, arquea tanto el cuerpo que lo único que toca la cama es la parte superior de su cabeza, sus perfectas nalgas y las plantas de los pies. Con una mano me sujeta la muñeca y siente que hunde los dientes en ella, sus labios me besan la herida frenéticamente y noto el sudor de su frente en mi mano. El vello del otro antebrazo de Raff me hace cosquillas en el muslo y noto que se tensa al ritmo que James sigue temblando.
Los tres nos hacemos el amor. Los tres nos necesitamos. Los tres nos amamos.
El placer es demasiado intenso, el amor demasiado profundo y el cansancio me pasa factura de repente. Mi cuerpo desfallece y James me sujeta por la cintura y me acuna contra su torso. Él me sujeta al mismo tiempo que Raff me acaricia con ternura.
-¿Ha sido demasiado, princesa? -me pregunta James.
-Ha sido perfecto -susurro adormilada.
-Vamos, deja que acabemos de cuidar de ti -me promete Raff.
James me levanta con cuidado y los dos salen de mi interior con tanta ternura y delicadeza que un sollozo escapa de mis labios. Me preparan un baño, me acarician y me besan. Me siento amada y feliz, y no dejo de repetirles que les amo. En algún momento debo decir alguna tontería porque ellos dos me sonríen y me llevan a la cama.
-Descansa, Marina -me dice James antes de darme un beso en los labios-. Estaremos aquí cuando despiertes.
-¿De verdad?
-De verdad -me asegura solemne aunque con una sonrisa en los labios.
Otro beso.
-¿Siempre? -pregunto cuando vuelve a apartarse.
-Siempre -contesta Raff agachándose para besarme.
Se apartan, les veo observándome y me sonrojo, pero estoy demasiado cansada como para que me importe y cierro los ojos. Les oigo hablar, no logro distinguir las palabras. Minutos más tarde se meten en la cama conmigo, cada uno a un lado, yo en medio. Un beso, dos besos, tres.»
©M.C.Andrews
Recuerda, no hay nada más erótico que el amor ♥
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Miranda Cailey Andrews.