Escribiendo, James, Marina, Nunca es suficiente, Raff

Seda

Ya sé que dije que intentaría actualizar más a menudo esta página y siento no haber cumplido. Me encanta que te pases por aquí y que puedas leer los besos inéditos de Daniel y Amelia y las miradas, también inéditas, de Raff, Marina y James. Esta es mi casa y es donde me siento más cómoda, lo único que lamento es que no podamos vernos en persona y no poder invitarte a una taza de té. No voy a aburrirte con mis líos ni voy a contarte que estoy a punto de terminar la nueva novela (prefiero que la leas en cuanto caiga en tus manos), voy a dejarte con una escena que va a acelerarte el corazón, robarte el aliento y erizarte la piel…y mucho más.

Seda

«Llevaba dos semanas trabajando como una posesa, ACNUR había elegido nuestra ONG como socio para gestionar el envío y la entrega de dos toneladas de medicamentos a Nepal. Era una operación complicada y teníamos que asegurarnos de que saliera a la perfección y en el menor tiempo posible. Los dos terremotos habían dejado a demasiados niños y mujeres indefensos y ni Amelia ni yo queríamos correr ningún riesgo con ellos. ACNUR nos había seleccionado a nosotras porque nuestra reputación era intachable (por desgracia últimamente han habido casos de ONGs corruptas) y porque James, aunque él lo niega, nos recomendó.

No sé por qué a James le cuesta tanto reconocer que nos ha ayudado (y que ha presumido de mí). Según Raff, no quiere que le demos las gracias; a él le sucedió lo mismo cuando ganó la cuenta de uno de los mayores promotores de conciertos de Europa y tardó meses en enterarse de que James conocía a uno de los mayores accionistas de esa empresa. A fecha de hoy, James sigue negando que tuviese algo que ver al respecto.

Estoy cansada, apenas recuerdo cuándo dormí más de cuatro horas seguidas por última vez ni cuándo vi a James y a Raff más de una hora. Cuando llego a casa es tan tarde y estoy tan cansada que prácticamente me arrastro hasta la cama y me meto en ella sin desnudarme. Por la mañana, cuando me despierto, llevo el pijama y hay una taza llena de café en la mesilla de noche junto con una flor o algún otro detalle igual de romántico. No sé qué haría sin esos segundos de felicidad, probablemente ya me habría vuelto completamente loca.

-Tenemos que descansar -me dice Amelia-. No podemos seguir con este ritmo. Tú y yo solas no podemos salvar el Nepal.

-Lo sé, pero podemos intentarlo, ¿no crees?

-No se trata de eso, Marina, y lo sabes. Estoy tan cansada que en el próximo email que mande puedo provocar un golpe de estado. No sé ni qué estoy escribiendo-. Levanto la cabeza y la miro-. Y tú estás peor.

-¿Daniel te ha sermoneado?

-No se trata de eso -se sonroja un poco-, aunque si le hubieras oído ayer por la noche ahora no estarías aquí tan tranquila. Dijo que si no nos tomábamos un descanso encontraría el modo de obligarnos a cerrar durante unos días. Tanto si queríamos como si no.

-Oh, no, ¿qué va a hacer ahora el señor Soy Tan Intenso Que Voy a Estallar? -me burlo, pero empiezo a repasar mentalmente si hemos pagado todos los permisos al ayuntamiento.

-Nada, pero me costó convencerlo -me asegura Amelia-. Pero Daniel tiene razón, Marina. Tenemos que descansar, así tampoco estamos ayudando a nadie. A ti se te cierran los ojos cada dos por tres y llevas horas intentando leer esa página que tienes delante.

Le di la vuelta la papel a la defensiva.

-Solo tengo que tomarme un café -insisto.

-No, tienes que descansar. Las dos tenemos que descansar, y los demás también. Esta ONG parece una casa de locos -suspira-, y… ¿no echas de menos a Raff y a James?

Al oír sus nombres me tiembla el labio inferior y tengo unas absurdas ganas de llorar. Es culpa del cansancio, me digo.

-Mucho -contesto casi sin darme cuenta.

Amelia apaga el ordenador, se levanta de la silla y camina hasta mi mesa. Coloca una mano en mi hombro y lo aprieta suavemente.

-Vete a casa, Marina. Yo me voy a la mía con Daniel-. Se aparta y abre la puerta de nuestra pequeña sala de reuniones-. Les diré a los demás que se tomen el día libre.

Asiento porque el nudo que tengo en la garganta me impide hablar y durante unos minutos me quedo escuchando el ruido que hace la gente al irse. Amelia tiene razón, todos necesitamos descansar y recuperar fuerzas. Miro el reloj y veo que son las once de la mañana, Raff estará en el bufete y creo recordar que James nos ha dicho esta mañana que tenía una reunión muy importante. Me tiemblan los dedos de las ganas que tengo de sacar el móvil y llamarles, decirles que tengo el día libre y que les necesito. Pero no puedo hacerlo, no sería justo para ellos. Los dos han sido muy comprensivos conmigo estas dos semanas y no se merecen que me entrometa en sus trabajos. Además, después del poco caso que les he hecho estos días no me siento con derecho a pedirles que dejen lo que estén haciendo por mí. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en el respaldo de la silla, una lágrima me resbala por la mejilla.

-Dime que estabas a punto de llamarme a mí o a James.

La voz de Raff me sorprende y me acaricia. Abro los ojos y le veo apoyado en el marco de la puerta. Sujeta el casco de su moto en una mano y tiene cara de pocos amigos.

-¿Qué…cómo…? -estoy aturdida y se me ha anudado el estómago al verle tan atractivo y tan de repente.

-Amelia me ha mandado un mensaje -levanta el móvil para enseñármelo pero sigue donde está-. Supongo que tendré que darle las gracias porque me parece que tú no ibas a avisarnos.

-No quería molestaros.

-¿Qué has dicho? -Avanza hacia mí y se detiene frente a mi mesa. Deja el casco encima y clava los ojos en mi rostro.

-Estos días yo… he estado muy ocupada… -Levanta las cejas y yo tengo que tragar para poder continuar-…no os he hecho caso… apenas os he…tú tienes trabajo y James una reunión… -él sigue en silencio y yo doy gracias por estar sentada porque han empezado a temblarme las piernas-. Os habría visto en casa esta noche.

-¿Has acabado?

Intento asentir.

Raff se inclina sobre la mesa, sus manos se deslizan con fuerza por mi pelo hasta llegar a la nuca y tira de mí para besarme. Sus labios separan los míos y la lengua y el sabor… su sabor… consiguen que me dé vueltas la cabeza y que tenga que sujetarme de sus muñecas para no caerme. No me permite apartarme, un gemido escapa de su garganta y al rozarme la boca me estremece y tengo que apretar las piernas. Suspiro, pero la emoción es tan intensa, casi tanto como el deseo y el amor, que lo que sale de mis labios es un sollozo. Raff se aparta y mirándome a los ojos me acaricia los pómulos.

-Voy a llevarte a casa, Marina, ¿de acuerdo? Tienes que descansar, así que durante lo que queda del día vas a dejarlo todo en mis manos y en las de James. Te hemos echado de menos, princesa-. Me da un beso muy suave y tengo ganas de llorar-. Pero en ningún momento nos hemos sentido abandonados ni estamos enfadados contigo. Tu trabajo es importante, tanto o más que los nuestros, así que nada de decir estupideces. ¿Vas a hacerme caso?

Aparta las manos y levanta el casco.

-Lo intentaré -sonrío a pesar de que me tiemblan los labios.

-Así me gusta-. Abre la puerta y espera a que salga yo primero-. Tengo tu casco en la moto y James también está de camino.

Sigo sentada, no porque quiera quedarme sino porque estoy mirando embobada a ese hombre que me robó el corazón hace más de un año.

-No me digas que tienes que quedarte a trabajar-. Raff mal interpreta mi quietud-, porque soy capaz de levantarte en brazos y sacarte de aquí aunque no quieras.

Aunque reconozco que esa imagen ha hecho que subiera la temperatura de la sala de reuniones unos cien grados, no voy a provocarlo. Lo dejaré para otro día cuando estemos los tres.

-No. Vamos a casa, Raff.

Me sonríe y cuando paso junto a él no puedo resistir la tentación de ponerme de puntillas y darle un beso.

Ir en moto con Raff siempre es excitante. Hoy lo es aún más. Le rodeo por la cintura y escondo el rostro en su espalda. El casco es enorme, Raff y James insistieron en comprarme uno que prácticamente puede amortiguar cualquier golpe, pero el perfume de Raff se cuela igualmente por debajo. Huele tan bien, y no es el perfume que lleva. A ellos dos no se lo he dicho nunca pero al principio olían distinto, ahora, sin embargo, sus olores se han mezclado y han creado la esencia más sensual y erótica del mundo…y es solo para mí. Cuando nos detenemos en los semáforos, Raff aparta una mano de la moto y la coloca encima de las mías para acariciarlas, y en uno de especialmente largo me ha acariciado un muslo. Es una seducción, como si quisiera decirme que en cuanto lleguemos a casa no habrá tiempo para estos detalles (aunque ellos dos siempre encuentran el modo de hacerme enloquecer con sus besos y sus caricias). Cierro los ojos y me dejo llevar por la presencia de Raff, el ronroneo de la moto, el viento que cruza las calles de Londres.

Cuando nos detenemos, Raff baja primero y me quita el casco. Cuando sus dedos me rozan la parte inferior de la barbilla, me estremezco.

-Chis, tranquila -me sujeta por la cintura-, ya estamos en casa.

Sacudo la cabeza y veo que efectivamente estamos en nuestro garaje. Raff se aparta y se acerca a la mesa en la que tiene sus herramientas de mecánico para dejar allí los cascos. Se quita la cazadora de cuero y la cuelga con desgana de un gancho, se pasa las manos por el pelo.

-Te necesito -las palabras salen de lo más profundo de mi ser y de mis labios.

Él se da media vuelta y en sus ojos veo reflejado lo mismo que yo estoy sintiendo. Le tiembla el músculo de la mandíbula y estira los dedos. Avanza hacia mí, se me acelera la respiración.

-Vamos -me coge la mano y tira de mí hacia el interior de la casa.

Llegamos al comedor, la chimenea está encendida y oigo unas pisadas en el piso superior.

-¿James? -pregunto.

-Estoy aquí -me contesta y su voz ronca manda mi sistema nervioso a paseo-. Bajo enseguida. ¿Raff?

-¿Sí? -le contesta sin soltarme.

-Cuida de ella.

-Eso es exactamente lo que voy a hacer -le contesta muy bajito, lo suficiente para que yo me tropiece y sea incapaz de pensar.

-¿Qué estáis tramando?

-Nada, princesa. Vamos a sentarnos en el sofá junto al fuego y a descansar un rato. Después cenaremos, ¿qué te apetece?

Raff se sienta y durante unos segundos yo también. Pero no puedo pensar, el beso que me ha dado antes, el trayecto en moto, su perfume, la voz de James, lo mucho que les he echado de menos. Me levanto nerviosa.

-Yo… -balbuceo-…no lo sé.

-Has dicho que ibas a hacerme caso, Marina. -Vuelvo a sentir su mirada en mí, durante unos minutos ha intentado calmarse, tal vez por mi bien, pero ahora vuelve a enseñarme lo mucho que me desea.

Yo les deseo más.

-Bueno… es que… -¿Pero qué diablos me pasa? El corazón me late tan rápido que no puedo hablar y mucho menos pensar.

-Ven aquí. -Me hace una señal con los dedos-. Acércate.

Camino hasta donde Raff sigue sentado y cuando me detengo delante de él sube despacio -muy, muy, muy despacio- los dedos por mi pierna.

-Raff…

-¿Qué sucede, Marina?

Tengo los ojos cerrados, pero me imagino su sonrisa a la perfección.

-Yo…

-¿Sí?

Sigue subiendo los dedos por debajo de mi falda y cuando llega a mi cintura tira de mí hacia él para hundir su rostro en mi vientre y respirar profundamente.

-Os he echado de menos…te…os…Maldita sea -me muerdo el labio inferior-. Siento haber estado tan ocupada estos días.

Me da un cachete y abro los ojos. Él nunca había hecho algo así, no ha sido doloroso, en realidad apenas ha utilizado nada de fuerza, pero me ha dejado claro lo enfadado que está.

-No digas tonterías, Marina. Tú no tienes que disculparte de nada. Nunca. Ni ahora ni nunca-. Se pone en pie y me sujeta la nuca para besarme de nuevo igual que ha hecho en la sala de reuniones…Pero el beso va a más, esta vez no se detiene y baja las manos por mi blusa desabrochando los botones. La tela cae al suelo y me doy cuenta de que tengo las manos a ambos lados de mi cuerpo. Raff no solo me está besando, sus cuerpo desprende tanto calor y tanto deseo que tengo miedo de tocarlo porque sé que si lo hago, cuando lo haga, no lo soltaré nunca. Aparta los labios de mi boca y me besa el cuello, noto sus dientes rozándome la piel, dejando una leve marca, leve en mi cuerpo pero eterna en mi corazón.

Voy a tocarlo, necesito hacerlo. Levanto las manos despacio y James las detiene.

-Nada de eso, princesa -me susurra James al oído derecho pegado a mi espalda. Me sujeta las muñecas con los dedos firmes y me besa la mejilla-. Hola, Ra -dice por encima de mi hombro.

-Hola, Jamie.

Ellos dos se besan pegados a mi rostro, les miro unos segundos pero les he echado tanto de menos que no puedo seguir esperando. Un gemido, un temblor, lo único que puedo hacer es dejar caer mi cabeza en el torso de James y pegar mis pechos al de Raff.

-James, por favor… -sollozo-. Os necesito.

-Y nosotros a ti, princesa. -James me sujeta la barbilla y gira mi rostro hacia él para besarme. Su lengua se desliza despacio y firme por entre mis labios, sus dedos me acarician el rostro y noto su firme cuerpo detrás de mi-. Deja que cuidemos de ti, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Me desnudan, sus manos y sus labios no dejan ni un centímetro de piel sin besar y sin acariciar. Creo que nunca me he sentido tan amada como ese momento, con ellos dos tan pendientes de mí y de mis deseos. Los tres tan sincronizados.

-Tu piel es como la seda -susurra James besándome la espalda.

Raff me acaricia los pechos y se agacha delante mí. Tiemblo tanto que tiene que sujetarme por las caderas.

-Suave como la seda -repite Raff antes de besarme en la parte interior de los muslos.

James desliza una mano entre mis nalgas y me besa el omoplato y el cuello. Los labios suben a medida que la mano sigue bajando. Me susurra al oído:

-La seda es también increíblemente fuerte, ¿lo sabías, Marina?

-No, no lo sabía -tengo que humedecerme los labios para poder hablar-. No puedo más, James, Raff.

James sigue sujetándome las muñecas en la espalda con una mano y me acaricia con la otra. Sus besos por mi cuello y mis labios van a hacerme enloquecer y los de Raff por el resto de mi cuerpo van a matarme.

-Fuerte y suave, así es nuestra princesa, ¿no crees, Ra?

-Sí -contesta él levantándose-, pero no es la única.

Sollozo, me quema la piel, no puedo respirar, mi corazón hace rato que ha marcado una herida en mi pecho, mis labios buscan frenéticos los de Raff y James y me siento vacía sin ellos.

-¿No es la única? -en medio de mi deseo detecto que esa respuesta no le ha gustado a James.

-No te enfades-. Abro los ojos y veo que Raff tira de la cabeza de James para besarlo. No lo suelta hasta hacerle gemir-. Marina es la única, nuestro único amor. La única que responde a esa definición.

Raff me levanta en brazos y entonces veo que también está desnudo. Los tres lo estamos. Me da un beso en la punta de la nariz y me sube en brazos hasta nuestro dormitorio. James camina detrás de nosotros, fuerte, excitado, sin apartar ni un segundo la mirada.

-Pero tú también eres así, Jamie -sigue Raff después de abrir la puerta de una patada. Si no estuviera al borde del mejor orgasmo de mi vida probablemente le reñiría. En mi estado actual me da completamente igual-. Tú también eres fuerte y suave.

Raff me deposita en la cama, pero enseguida se tumba a mi lado y me sienta encima de él. Enreda las manos en mi pelo y tira de mi para besarme al mismo tiempo que levanta las caderas.

Tiemblo y creo que me cae una lágrima por la mejilla.

-Ya está cariño, ya casi está. Ahora volveremos a ser nosotros y después podrás descansar. No tendríamos que haber dejado que estuvieras tantos días sin apenas dormir.

-No… -sacudo la cabeza-…dormir me da igual… Os necesito a vosotros.

-Lo sé -susurra James a mi espalda-. Los dos lo sabemos. Ra y yo creíamos estar haciendo lo correcto, pero no volveremos a dejar que pasen tantos días sin que estemos juntos.

-Vosotros… vosotros… -no sé qué quiero decirles.

-Nosotros te necesitamos. -Raff desliza una mano entre nuestros cuerpos y me penetra lentamente-…sin ti no… Dios.

-Tranquilo, Ra -James acaricia el rostro de Raff y me besa la espalda-, Marina sabe que no podemos existir sin ella. Y ella sin nosotros tampoco.

-Os amo-. Me levanto despacio de encima de Raff asegurándome de no separarmos-. Os necesito.

-Yo también a vosotros -susurra James, despacio, intenso, pegado a mi cuello mientras entra dentro de esa parte de mí que nunca había relacionado con el amor hasta que encontré a esos dos hombres y me enamoré perdidamente de ellos-. Te amo, Marina -me acaricia la espalda cuando siente que me tenso, me gira el rostro con una ternura que contradice la tensión que desprende su torso y sus muslos y me besa despacio-. Os amo.

-Yo también te amo, Marina -pronuncia Raff entre dientes al levantar las caderas. Mueve las manos por mi cintura hasta llegar a mi espalda y poder acariciarnos a los dos al mismo tiempo, a mí y a James. Noto que los abdominales de James se contraen al sentir la caricia-. Te amo, Jamie.

-Y yo a ti, Ra, y yo a ti. -James tiembla, aprieta las manos en mi cintura y me pega a su pecho para que no me mueva-. Tienes que moverte Ra, yo no puedo aguantar ni un segundo más. Vuelvo a sentiros a los dos, a ti y a Marina, si me muevo, aunque sea un centímetro, perderé el control.

Sonrío, no puedo evitarlo.

-Claro, Jamie, lo que necesites -el tono burlón de Raff me ayuda a contener el deseo que me estaba quemando y abro los ojos para mirarle. Me guiña un ojo y de repente noto que James queda completamente pegado a mi espalda.

-Eres un bastardo -farfulla James antes de morderme el cuello y después pasarme la lengua por la marca de los dientes.

-Pero me amas -dice Ra echando la cabeza hacia atrás. Sé que ha levantado las rodillas empujando así la espalda de James hacia mí-. Y Marina también, ¿no es así?

El muy engreído está preguntándome eso mientras sube y baja las caderas despacio.

-Te amo -le respondo cerrando de nuevo los ojos-. No puedo más…Estáis dentro de mí y…os siento. Os amo. Os necesito.

Apoyo las palmas en el torso de Raff y la cabeza en el torso de James. James busca mis labios y me besa, se mueve despacio a mi espalda, me aprieta y siento latir su corazón, su deseo, dentro de mi cuerpo. El fuego me recorre la espalda. Las manos de James están en mis pechos y Raff tiene una en entrepierna, cómo si mi cuerpo pudiese soportar más placer, y otra está acariciando la cadera de James, manteniéndonos unidos también de esa manera.

-Joder, Marina, te he echado mucho menos. Siento no haber sabido cuidarte mejor -farfulla James moviéndose al límite, su sudor me resbala por la espalda. Sé que no puede contenerse más…y yo tampoco-. No volverá a pasar. Eres mía igual que Ra.

-Maldita sea, Jamie-. Ra levanta furioso las caderas-. No digas estas cosas, vas a hacer que me corra y necesito alargar esto…Necesito más. Los tres lo necesitamos.

-No…Ahora -sollozo yo-…Ahora…por favor… Rafferty… James… Ahora…

Muevo una mano hasta acariciar el rostro de Raff y él lo gira para besarme la palma de la mano y con los labios busco los de James. James me muerde el labio sin querer pero no se aparta, sus manos tiemblan en mi cintura cuando el orgasmo le tensa el cuerpo y se entrega por fin al placer y a la pasión que han creado nuestros cuerpos y nuestro amor. Sentir a James de ese modo tan íntimo dentro de mí me estremece, me rindo, me entrego para siempre a esos dos hombres y el clímax casi me arrebata la conciencia. Raff levanta la cintura, arquea tanto el cuerpo que lo único que toca la cama es la parte superior de su cabeza, sus perfectas nalgas y las plantas de los pies. Con una mano me sujeta la muñeca y siente que hunde los dientes en ella, sus labios me besan la herida frenéticamente y noto el sudor de su frente en mi mano. El vello del otro antebrazo de Raff me hace cosquillas en el muslo y noto que se tensa al ritmo que James sigue temblando.

Los tres nos hacemos el amor. Los tres nos necesitamos. Los tres nos amamos.

El placer es demasiado intenso, el amor demasiado profundo y el cansancio me pasa factura de repente. Mi cuerpo desfallece y James me sujeta por la cintura y me acuna contra su torso. Él me sujeta al mismo tiempo que Raff me acaricia con ternura.

-¿Ha sido demasiado, princesa? -me pregunta James.

-Ha sido perfecto -susurro adormilada.

-Vamos, deja que acabemos de cuidar de ti -me promete Raff.

James me levanta con cuidado y los dos salen de mi interior con tanta ternura y delicadeza que un sollozo escapa de mis labios. Me preparan un baño, me acarician y me besan. Me siento amada y feliz, y no dejo de repetirles que les amo. En algún momento debo decir alguna tontería porque ellos dos me sonríen y me llevan a la cama.

-Descansa, Marina -me dice James antes de darme un beso en los labios-. Estaremos aquí cuando despiertes.

-¿De verdad?

-De verdad -me asegura solemne aunque con una sonrisa en los labios.

Otro beso.

-¿Siempre? -pregunto cuando vuelve a apartarse.

-Siempre -contesta Raff agachándose para besarme.

Se apartan, les veo observándome y me sonrojo, pero estoy demasiado cansada como para que me importe y cierro los ojos. Les oigo hablar, no logro distinguir las palabras. Minutos más tarde se meten en la cama conmigo, cada uno a un lado, yo en medio. Un beso, dos besos, tres.»

©M.C.Andrews

Recuerda, no hay nada más erótico que el amor ♥

Si te ha gustado este capítulo inédito de Raff, Marina y James no te olvides de dejar un comentario y de compartirlo con quien desees. Y si quieres leer más, busca mis novelas.

Miranda Cailey Andrews.

Eres suave y fuerte...como la seda.

Eres suave y fuerte…como la seda.

 

 

 

 

 

 

 

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Daniel y Amelia, James, Marina, Noventa Días, Nunca es suficiente, Raff

2015, te estaba esperando.

Es la última noche del año, el 2014 ha sido un año intenso, arriesgado y cargado de significado. La historia de Daniel Bond y Amelia Clark, que empezó con “Noventa Días”, sigue viva en mi cabeza y en mis notas y hace unos meses pude presentarte su última entrega (de momento), “Un día más”. También has podido conocer a Marina, Rafferty y James, su historia de amor es tan fuerte e intensa que son necesarias tres personas para vivirla. De eso trata “Nunca es suficiente”, del placer que solo puedes sentir cuando amas sin limites y sin reservas.

Sí, el 2014 ha estado lleno de retos, pero estoy impaciente por vivir el 2015. Va a ser muy emocionante, ya verás…y mis novelas formarán parte de él (y de ti).

Mi escena para despedir el 2014: la cena con Marina, Raff y James en casa de Daniel y Amelia 

«James conduce en silencio, los tres hemos hecho el amor y seguimos alterados por la intensidad de nuestras emociones. Nos sucede siempre y ha sido así desde el principio. Antes de reconciliarnos, cuando estuve sola con James, fue maravilloso. Y también lo fue cuando estuve sola con Rafferty, pero juntos…

-¿Te preocupa algo, Marina?

-No, nada.

Voy sentada en la parte trasera del Jaguar de James, Rafferty ocupa el asiento del acompañante, nunca dejamos que uno conduzca solo. Me acerco a la división causada por el cambio de marchas y coloco la mano derecha en el hombro de James y la izquierda en el de Rafferty. James gira el rostro un instante para depositar un beso en mis nudillos y Rafferty, que goza de más capacidad de movimiento porque no conduce, se gira un poco hacia mí y clava su mirada en la mía.

-¿Estás segura? -insiste.

-Estoy segura -le sonrío-. Estaba pensando en nosotros.

Rafferty me devuelve la sonrisa y después coloca una mano en el muslo de James, formando así un peculiar círculo que nos completa.

-A mí también me cuesta asimilarlo, princesa, pero he dejado de preguntarme cómo es posible que nos suceda esto -dice James, su voz es firme, suelo serlo, y es igual que una caricia-. Sé que no os gusta oírlo, y Dios sabe que yo tampoco soporto escuchar historias sobre vuestras antiguas parejas de cama, pero de los tres yo soy el que tiene un pasado más… extenso y variado, por así decirlo.

-Por así decirlo -repite Rafferty sarcástico, aunque veo que aprieta los dedos que tiene en el muslo de James mientras mantiene sus ojos fijos en los míos.

James gira el rostro un segundo y mira intensamente al hombre que tiene al lado.

-Ra…

-¿Qué?

-La mano -traga saliva- no la apartes. -Vuelve a tragar saliva antes de continuar-. Borraría mi pasado, lo haría sí pudiera porque me parece absurdo. Me molesta haber perdido el tiempo con esos hombres y mujeres. Odio que me tocasen en vez de ti y de ti. Me gustaría que tú, Marina, fueses la única mujer con la que he estado y que tú, Ra, fueses el único hombre. Me gustaría porque eso es lo que siento dentro de mí siempre que estamos juntos. Cada vez. Todas las veces.

Me resbala una lágrima por la mejilla y balbuceo:

-Oh, James…

-¡Maldita sea! -farfulla Rafferty-. Para el coche ahora mismo.

Antes de que James pueda reaccionar, Rafferty me sujeta el rostro entre ambas manos y tira de mí hacia él para besarme. Su lengua me separa los labios desesperada, sus dedos se enredan en mi melena sin importarle lo más mínimo despeinarme. Su aliento me quema la piel, gimo y le oigo gemir y no nos separamos hasta que la voz de James susurra algo que no logro entender y el motor del vehículo se detiene.

-Joder, Jamie, no puedes decirnos estas cosas mientras conduces. -Rafferty me ha soltado y ahora sujeta a James por las solapas de la americana. James ha elegido un atuendo más formal, camisa blanca y americana negra, mientras que Rafferty lleva un jersey de cachemira de pico color negro-. ¡Y tú no “no estás en la cama” conmigo, tú haces el amor conmigo y con Marina! ¿Entendido?

James se humedece el labio antes de responder.

-Entendido.

Rafferty tira entonces de él igual que ha hecho antes conmigo pero incluso con más fuerza y besa a James apasionadamente. James le devuelve el beso y tras acariciarle la espalda a Rafferty desliza las manos hacia abajo hasta hacerlas desaparecer dentro del jersey de Rafferty. Raff tiembla de los pies a la cabeza, es increíblemente sensual ver como un hombre del tamaño y la fuerza de Rafferty se estremece y gime de placer al sentir las caricias de James. Y cuando James domina su deseo, su implacable pasión, para ser tierno y romántico con Rafferty porque sabe que en el fondo es lo que los dos necesitan, sé que soy la mujer más afortunada del mundo por tenerlos conmigo.

-Vamos a llegar tarde a la cena… -Rafferty se aparta de James un segundo y me mira al mismo tiempo que alarga una mano para colocarla en mi nuca.

-No…

-No es una pregunta, Marina -me interrumpe James-. Vamos a llegar tarde a la cena. Te necesitamos, amor mío.

Rafferty tira de mí despacio y me besa en los labios al mismo tiempo que James me coge por la cintura y me levanta. No sé cómo lo logran, sus besos, sus caricias, sus palabras no me dejan pensar y mi cuerpo se rinde al deseo. Estoy sentada en el regazo de Rafferty, él me levanta la falda mientras James, a mi espalda, desliza la cremallera del top de seda y me besa los hombros tras apartarme el pelo.

-James, Raff…

-Te amo, Marina -dice Rafferty un segundo antes de entrar dentro de mí-. Te amo, Jamie.

-Yo también te amo, Raff… -susurro y echo la cabeza hacia atrás en busca de los labios de James. Él me besa, me acaricia el rostro con una mano y con la otra acaricia mis pechos. Noto el tacto del jersey de James, el tejido me eriza la piel y cuando la mano de James se aparta sé que está buscando la manera de acariciar a Rafferty-… Raff, James te necesita.

-Lo sé, no te preocupes -afirma Raff, mueve las caderas lentamente como si tuviéramos todo el tiempo del mundo y no nos hubiéramos detenido de camino a una cena. Antes me habría muerto de vergüenza solo con pensar en hacer algo así, ahora lo único que me importa es el amor que siento por esos dos hombres. Y sé que James se ha detenido en un lugar seguro, él nunca habría permitido que empezáramos a besarnos si no estuviéramos a salvo.

-No, princesa, esto es para ti. -James vuelve a besarme, a mi espalda noto la presión de los botones de su camisa, la erección que retiene en los pantalones.

-No digas estupideces, Jamie, es para los tres. Siempre es para los tres. -Le riñe Raff, a pesar de que él fue a quien más le costó aceptarnos ahora se pone furioso siempre que James insinúa que él fue el último en llegar.

Las manos de Rafferty me rodean la cintura, llegan a mi espalda y al sentir el frío del metal deduzco que le ha desabrochado el cinturón a James. James me muerde el labio y me lo confirma.

-Lo siento, princesa -gime antes de lamerme la herida-. Dios, Ra…no pares. Por favor.

-No pararé, tú vuelve a besar a Marina y dinos a los dos que nos amas.

James se aparta un segundo, aprieta la mandíbula y con las manos levanta el rostro de Rafferty hasta que los dos se quedan mirando.

-Te amo, Ra.

Lo besa despacio, Rafferty levanta las caderas y yo tengo que cerrar los ojos para evitar precipitarme hacia el orgasmo. Entonces, noto las manos de James encima de mí y vuelvo a abrirlos.

-Te amo, Marina.

-Y yo a ti, James.

Vuelve a besarme, no se detiene hasta que siente que Rafferty me lleva al orgasmo y los dos nos perdemos en él, entonces se aprieta contra mi espalda y cede también al suyo dentro de las manos de Raff gritando nuestros nombres. Nos besamos una y otra vez e intentamos poner en orden nuestra ropa. Está más arrugada, pero no nos importa.

James reanuda la marcha, yo vuelvo a estar en el asiento trasero pero Rafferty tiene de nuevo la mano en el muslo de James y está sentado ladeado hacia mí, preguntándome una y otra vez si estoy bien y asegurándome que estoy preciosa y nada despeinada.

Llegamos a la casa de campo de Daniel y Amelia, he estado allí otras veces, no demasiadas. A Amelia le gusta porque dice que aquí es donde empezó a conocer a Daniel de verdad y lo cierto es que allí Daniel parece distinto, más humano. Nunca me he cuestionado el amor que siente mi mejor amiga por ese hombre, aunque la verdad es que los míos me parecen mucho más atractivos e interesantes.

Llamamos a la puerta, James me rodea por la cintura y Rafferty espera delante. Al fin y al cabo, es el mejor amigo de Daniel, y me hace muy feliz que por fin hayan dejado atrás los malentendidos del pasado y estén el uno al lado del otro. Es Daniel quien abre la puerta y no tarda ni un segundo en dar un abrazo a Rafferty. Noto que James se tensa y no puedo evitar sonreír. James insiste en negarlo pero tiene celos de Daniel, y odia que otro hombre toque a Rafferty. No le culpo, a mí me sucede lo mismo con ellos dos. Y sé que a Rafferty le encanta que nos mostremos posesivos con él. Tal vez es porque nunca antes nadie le había reclamado para sí, nunca antes había sentido que formase parte de algo, o de alguien.

-Tranquilo, James, solo son amigos -susurro.

-¿Quieres que abrace a Amelia delante de ti durante más de veinte segundos? -me reta-. ¿Crees que te gustaría?

Los celos me corroen. Sé que entre Amelia y James nunca sucedió nada, pero aún recuerdo lo que sentí ese día que los encontré juntos en un café dándose la mano. No es una sensación que quiera volver a sentir.

-Ni se te ocurra. Si abrazas a Amelia, Daniel te arrancará la cabeza.

-¿Daniel, eh? ¿Tú no harías nada y Ra tampoco?

-¡Oh, está bien! -me rindo-. Tienes razón. Dale un beso a Ra y ajusta cuentas con él mientras yo saludo a Daniel y a Amelia, pero no tardéis mucho.

James se aparta y veo que camina igual que una pantera en busca de su presa hacia Rafferty. Les dejo a solas en la entrada y tras besar a Daniel en la mejilla le sigo hasta el interior de la casa donde nos está esperando Amelia.

-Hola, Marina, ¿dónde están tus maridos? -Me abraza y la felicidad de mi mejor amiga es tal que incluso puedo tocarla.

-Fuera, James le está recordando a Rafferty algo importante.

-Daniel ya ha vuelto a hacer de las suyas -adivina.

-Yo no he hecho nada -se defiende él, aunque por su sonrisa deduzco que está al tanto del efecto que tienen sus abrazos-. ¿Te apetece beber algo, Marina?

-Claro, lo que vosotros estéis tomando está bien.

Veo que hay varias copas preparadas encima de una bandeja de plata. Daniel se acerca y sirve cinco copas de champán a la perfección. Cuando está llenando la última, Rafferty y James entran en el salón. Los dos tienen los labios húmedos y los ojos oscuros, pero me abstengo de decir nada y me limito a sonreír. Se acercan a nuestros anfitriones y los saludan y James enseguida empieza a hablar con Daniel. A pesar de sus celos mutuos siempre han conectado a la perfección, como si fuesen viejos amigos de la infancia. Rafferty se queda hablando conmigo y con Amelia, le conocí gracias a ella y la relación que existe entre los dos me recuerda a la que yo tengo con mis hermanos.

La cena es fantástica, una noche que sin duda formará parte de nuestros recuerdos para siempre. Daniel y Amelia se besan y nos hacen sentir que nuestro amor es como el suyo, ellos no ocultan la intensidad de sus emociones y nosotros tampoco las nuestras. Rafferty besa a James cuando se levanta de la mesa para ir a la cocina a ayudar a Daniel y cuando vuelve cargado con una bandeja se detiene a besarme a mí. Es perfecto.

Nos despedimos horas más tarde, Daniel no abraza ni a James ni a Rafferty pero a mí se atreve a darme un beso en la mejilla. Amelia sí que me da un abrazo muy largo y cuando me suelta se gira hacia Daniel y le dice muy seria:

-Ahora, señor Bond, voy a dar un beso a James y otro a Rafferty y tú no vas a mirarlos como si quisieras matarlos, ¿de acuerdo?

-No -contesta Daniel.

Rafferty y James están de pie el uno junto al otro y sonríen al ver que el otro hombre lo está pasando francamente mal.

-Sí, Daniel. Solo será una beso para cada uno. Son mis amigos y sabes que son los mejores amigos que tú tendrás nunca, así que voy a besarlos. Prometo compensarte -añade con una sonrisa al dar un paso hacia mis dos hombres.

-¿Cómo? -la detiene Daniel-. ¿Cómo vas a compensarme?

Amelia se gira muy despacio hacia él y le recorre con la mirada, se detiene en sus labios y en su torso unos segundos más que en el resto del cuerpo.

-Ya lo verás, sólo tienes que esperar. ¿Puedes esperar, no?

A Daniel se le oscurecen los ojos.

-Puedo esperar -susurra con la voz ronca.

Amelia da un beso a Rafferty en la mejilla y otro a James, los tres nos vamos de allí casi de inmediato. La tensión sexual y el amor que ha vibrado en el aire esos últimos minutos ha sido tan intenso que necesitamos irnos y estar a solas. Y sabemos que Daniel y Amelia también lo necesitan.

-Dios santo, ¿nosotros somos así de intensos? -pregunta Rafferty.

-Creo que más, al menos para mí lo somos más -asegura James-, aunque compadezco a cualquiera que quiera entrometerse entre Daniel y Amelia.

-Y a cualquiera que quiera entrometerse entre nosotros -termino yo.

-Tienes toda la razón, Marina.

-Lo mismo digo.

Llegamos a casa, me quedo dormida en el trayecto de vuelta y me despierto cuando Rafferty me lleva en brazos a nuestro dormitorio. Me desnudan, les acaricio, me besan, les beso. Hacemos el amor.

Siempre hacemos el amor.»

Te estaba esperando

Te estaba esperando

Happy 2015

Miranda Cailey Andrews.

Por cierto, si quieres leer “la compensación” de Amelia a Daniel, tendrás que pasarte por aquí…

 

 

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Escribiendo, James, Marina, Nunca es suficiente, Raff

Una mirada… para pedirte que te quedes.

Sé que estos últimos días he estado un poco desaparecida y lo siento, pero dedico todo mi tiempo (y más le dedicaría si lo tuviera) a la historia que estoy escribiendo. Es distinta a todo lo que has leído hasta ahora y estoy tan impaciente por terminarla y presentarla a la editorial que a menudo me olvido del mundo real. Por suerte mi familia está a mi lado y se encargan de recordarme que hay vida lejos del ordenador (y de poner lavadoras, recoger a las niñas, y encender la calefacción del estudio).  Espero poder compartir contigo esta nueva novela algún día, quiero que tengas tantas ganas de leerla como yo de escribirla.

Y un último secreto, estos días, cuando pienso que no lo conseguiré, escribo sobre los personajes de mis anteriores novelas. Son un tesoro y necesito que sigan existiendo. Daniel, Amelia, Nat, Jasper, Marina, Rafferty y James aún tienen mucho que contar. Aquí te dejo una mirada.

Quédate

Quédate

Una mirada… para pedirte que te quedes

«Nos vamos los tres juntos a Japón, James, Rafferty y yo. Nunca existió la posibilidad de que dejásemos a James hacer este viaje él solo. Él lo sabía, aunque probablemente quería negarlo y estaba dispuesto a mantener su fachada de hombre fuerte e impenetrable para evitar que Rafferty y yo le acompañásemos. Debo confesar que a pesar de que es maravilloso sentirme tan cuidada aún me duele comprobar que James siente que no puede pedirnos algo. Lo que sea. Todo. A Rafferty también le duele. No me lo ha dicho, estos dos hombres se empeñan tanto en demostrar su fortaleza que les cuesta hablar de sus sentimientos, pero lo sé. Yo nunca he estado en Japón, he viajado mucho por la O.N.G pero nunca a un país oriental. Sin embargo, siempre me había llamado la atención.

James se ha encargado de todo, en realidad desde que le dijimos que si no nos dejaba acompañarle cogeríamos el siguiente vuelo y nos plantaríamos en Tokio tanto si quería como si no farfulló un antipático “de acuerdo” y nos dijo que él compraría los billetes y reservaría el hotel. Y que no quería seguir hablando del tema.

Y ahora sé porque.

El muy idiota se ha asegurado de que no estemos los tres juntos en ningún momento. Oh, sí, los tres estamos en primera, pero Rafferty y yo en la fila dos y él en la fila diez. Y esto no es lo peor de todo. En mi billete figuro como señora Jones, señora de Rafferty Jones. Adoro a Raff, le amo con todo mi corazón, pero también amo a James. Por eso mismo decidimos que yo mantendría mi nombre de soltera y que sí en algún momento me apetecía utilizar el de casada este sería Marina Jones-Cavill.

-Será un error informático -ha dicho casi sin mirarme cuando le he preguntado a qué demonios venía lo del nombre.

-Señora Jones, tiene que ocupar su asiento. Estamos a punto de despegar -me ha recordado una azafata. Y la muy descarada no ha dejado de mirar hambrienta a James-. ¿Puedo ofrecerle algo de beber, señor Cavill?

-No, gracias. -James ha tenido la decencia de carraspear incómodo y de no mirarla a los ojos.

La azafata se ha ido, aunque estoy segura de que volverá en cuanto pueda. James crea este efecto. Es adictivo.

-Tienes que ir a sentarte, Marina.

-Esto no ha acabado, James.

Me voy porque sé que si no lo hago Rafferty no tardará en aparecer y no quiero que los tres discutamos en medio del avión. Rafferty solo ha accedido a quedarse sentado porque se lo he pedido, pero si tardo más vendrá a buscarme y le echará en cara a James su cobardía por intentar ocultarnos.

-¿Qué te ha dicho el señor Cavill? -es lo primero que me pregunta Rafferty tras asegurarse de que me abrochado el cinturón. Me coge de la mano y entrelaza nuestros dedos.

-Nada -refunfuño.

Rafferty me levanta la mano y deposita un beso en los nudillos.

-No lo entiendo, él siempre ha sido el más valiente de los tres -me dice sin apartar los labios de mi piel.

A Rafferty todavía le duele saberse culpable de nuestra separación. Fue una etapa muy dolorosa para los tres, pero ya la hemos superado.

-No fue culpa tuya, Raff -insisto-, creías que nos estabas protegiendo.

-Fue un infierno. Jamás he sufrido tanto como cuando estábamos separados. Y os hice pasar por ello, Marina.

Enredo los dedos de la mano que tengo libre por su pelo y le acerco a mí para besarle. Sus labios tiemblan un segundo bajo los míos, los separa. Susurra mi nombre y cuando nuestras lenguas se acarician le siento rugir. La ternura siempre forma parte de Raff pero ese beso no tarda en convertirse en furia, en fuego, en pasión. Está tan furioso como yo con James y en ese beso no duda en demostrármelo, en desahogarse. Me muerde el labio para después pasar la lengua por la marca de los dientes. Aprieta la mano que tiene en la mía y la otra aparece en mi espalda para pegarme a él. Los asientos de primera son como butacas enormes y odio ese maldito cinturón que me prohibe soltarme y sentarme en el regazo del hombre tan maravilloso y apasionado que me está besando.

-Joder -masculla al separarse-, te necesito. Este maldito vuelo dura casi doce horas. No voy a poder soportarlo.

Sonrío y le acaricio la mejilla mientras él respira despacio y mantiene la mirada fija por la ventana. Hemos despegado y no me he enterado.

-Tranquilo, Rafferty. A mí me sucede lo mismo. -Aflojo el cinturón un poco para poder darle un beso en la mandíbula que él no puede dejar de apretar-. Prometo arreglarlo en cuanto aterricemos.

-El señor Cavill nos debe una explicación -afirma Rafferty enfadado, aunque respira mejor que antes.

-Unas cuantas.

Rafferty vuelve a girarse entonces hacia mí y levanta las manos para sujetarme el rostro. Se acerca despacio, me besa los párpados -he cerrado los ojos sin darme cuenta- y después los pómulos antes de detenerse en mis labios y darme un beso. Dulce. Sensual. Maravilloso.

Tiemblo. Maldita sea, les quiero tanto.

Abro los ojos y veo que Rafferty tiene el rostro ligeramente ladeado y la mirada fija en la fila detrás de la nuestra. Si la persona que ocupa ese asiento se ha entrometido entre nosotros va a tener un problema.

El fuego de la mirada de Rafferty me desconcierta y muevo la cabeza en busca de ese desconocido. Es James, estaba tan perdida en el beso de Raff que no me he dado cuenta de que James se levantaba de su asiento -en la fila diez- y venía a sentarse detrás mío.

-Vuelve a besarla -le pide James a Raff con la voz ronca. Tiene los ojos brillantes, casi como si estuviese conteniendo unas lágrimas, y los puños apretados.

-Si te levantas de ese asiento y se te ocurre volver a alejarte de nosotros, te lo haré pagar Jamie -le amenaza furioso y herido Rafferty.

-No me moveré -asegura James y veo un dolor extraño y profundo en su mirada-. Está arreglado -añade críptico-. Estaré aquí todo el vuelo. Vuelve a besar a Marina, por favor.

Rafferty me está acariciando la nuca con una mano y noto que la tensión sigue dominando su cuerpo, pero ahora además de deseo y rabia hay algo más. ¿Miedo? ¿Preocupación? ¿Dolor?

Miro a James y no hace falta que le diga nada. Suspiro y suelto despacio el aliento.

-Bésame, Raff, cariño. James no se irá de donde está.

Rafferty se gira hacia mí y su rugido se pierde entre nuestros labios.»

Enamórate de Marina, Rafferty y James y seguiré contándote sobre ellos ♥

Miranda Cailey Andrews.

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Daniel y Amelia, James, Marina, Noventa Días, Nunca es suficiente, Raff

Un beso y una mirada… segunda parte

La semana pasada, cuando publiqué la primera parte de Un beso y una mirada, no me di cuenta de que la segunda iba a caer justo en el día de Halloween. Es curioso, ¿no crees?, y he decidido tomarme la llegada de las brujas y de los fantasmas como una muy buena señal. Estos últimos días han sido muy productivos, difíciles pero productivos, las novelas del año que viene van cogiendo forma, sus personajes ya tienen vida y están llenos de emociones. Pero quizá falta demasiado para el 2015, quizá antes de que el año cambie de número podría conseguir que una historia acabase en tus manos, enamorándote, seduciéndote para siempre.

Prometo intentarlo si tú me prometes que seguirás leyéndome y creyendo que no existe nada más erótico que el amor.

Y ahora centrémonos en esa cena que Marina, Rafferty y James han organizado junto con Daniel y Amelia, ya sabes qué está sucediendo entre estos últimos, ¿no? (si no, busca la entrada de la semana pasada y léela), pues bien, antes de seguir con ellos creo que ha llegado el momento de contarte qué están haciendo los protagonistas de Nunca es suficiente. Te va a hacer temblar, ya verás.

Esta vez, la escena va a contártela James… ♥

«Esta noche tenemos invitados en casa. En casa. Se me eriza la piel de la espalda solo con pensar en esa palabra y aprieto los puños para contener la arrolladora necesidad que siento por tocar justo en este instante a la mujer y al hombre que la comparten conmigo. Nunca me había atrevido a soñar que pudiera sucederme a mí, que tuviese la suerte y el privilegio de enamorarme de dos personas tan increíbles, tan perfectas. Perfectas para mí. Y ellos me aman, lo sé. Cojo aire y lo suelto despacio, es inútil que siga intentando negar la evidencia. Les necesito.

Ahora mismo.

Ya.

Mierda, la cena. Alargo la mano furioso en busca del reloj que se ha escondido bajo el puño de la camisa blanca. Tengo tiempo. Daniel y Amelia no llegaran hasta dentro de unas horas y sé que Marina y Rafferty están a punto de salir de sus respectivos trabajos e ir a casa. Yo iba a llegar tarde, tengo una reunión en Britannia Oil, pero voy a cancelarla. El informe de la nueva plataforma puede esperar. Yo no. Sé que estoy alterado, que hoy mis sentimientos son especialmente intensos y me duele reconocer que una parte de mí tiene miedo de lo que pueda suceder esta noche durante la cena. Odio sentirme así, lo odio porque significa que estoy inseguro y que dudo del amor que nos profesamos. Y no es así. Sin embargo, no puedo evitarlo. Daniel y Amelia son amigos de Rafferty y Marina, yo soy el recién llegado. El nuevo. El hombre que trastocó sus vidas.

No, no es verdad. Sacudo la cabeza disgustado conmigo mismo. Marina y Rafferty no se merecen que defina así nuestra historia de amor. Y Daniel y Amelia siempre nos han apoyado, aunque sé que cuando Marina y Rafferty fueron pareja, antes de conocerme, también estuvieron a su lado. Es eso, es ese pasado común entre ellos cuatro, lo que me tiene así. Siempre habrá una parte de su historia en la que yo no aparezco.

Pero yo soy su futuro. Los tres lo somos. El futuro nos pertenece juntos. Y necesito tocarlos, besarlos, ahora mismo. El claxon de un coche me obliga a detenerme y mi mirada se desvía hacia unas flores blancas. Tengo que moverme, si me quedo quieto durante lo que dura el semáforo me arrancaré la piel. Camino decidido hasta la floristería, ocupa la entrada de Liberty, la quintaesencia de Inglaterra, el contraste más marcado con mi pasado en Japón.

-¿Puedo ayudarle, señor? -Un dependiente con delantal negro y acento impecable me atiende.

-Sí, quiero dos ramos de rosas blancas.

-Enseguida.

Mientras me los prepara intento no pensar por qué he elegido esas flores. Estoy impaciente por dárselos, por ver la sonrisa que me regalará Marina cuando las huela, el rubor que teñirá las mejillas de Rafferty cuando las acepte a regañadientes. Recompenso la eficacia y la rapidez del florista con una propina y sigo con mi camino. Esquivo a la gente, sorteo obstáculos con cuidado de no dañar los ramos y por fin -por fin- veo la reja negra de casa.

Abro. Oigo sus voces en el piso de arriba y doy gracias al destino por permitirme esos segundos para calmarme (algo que no consigo) y quitarme el abrigo. Marina le está explicando a Rafferty algo que le ha sucedido en el trabajo y a juzgar por el ruido él está aprovechando para desvestirse.

Me detengo en la puerta del dormitorio. Está abierta y me apoyo sin hacer ruido en el marco. Rafferty está dándome la espalda, está plantado frente al vestidor colgando la corbata que esa mañana le he visto ponerse. Marina sale del baño contiguo y es la primera en descubrir mi presencia.

-James, creía que ibas a llegar tarde.

-No te muevas de donde estás -la detengo con mis palabras y mi mirada-, por favor.

-¿No tenías una reunión? -Rafferty se da media vuelta, lleva el torso desnudo y sujeta una camiseta blanca en la mano.

-Deja esa camiseta en el suelo y quédate donde estás -le digo. Me ha costado pronunciarlo, la garganta se me está cerrando de las ganas que tengo de besarlos-, por favor.

La camiseta cae al suelo y los dos me miran intrigados. Durante un instante intercambian una mirada y se me acelera el corazón al ver que se sonríen y deciden seguirme la corriente.

-Tengo que deciros algo -empiezo, pero justo entonces me clavo una espina en un dedo y recuerdo los ramos que aún sujeto. Carraspeo-. Esto es para ti. -Camino despacio hasta donde está Marina y le doy las rosas blancas.

Ella las huele, me sonríe (sabía que me sonreiría), se pone de puntillas y me da un beso en los labios.

-Gracias, James.

Me acaricia la mejilla, sube la mano hasta el pelo y me aparta un mechón que el sudor -y el deseo- me ha pegado en la frente.

-De nada -farfullo antes de girar sobre los talones y acercarme a Rafferty. Él me está mirando, tenso, el torso le sube y baja despacio. Está conteniéndose, pero no sé qué… Tal vez. No, me riño, no puedo dudar de ninguno de los dos.

Me detengo frente a él y nos miramos.

-¿James? -Enarca una ceja y tengo la sensación de que está conteniendo una sonrisa.

-Estas son para ti, Ra. -Extiendo el brazo con el ramo.

-¿Me has comprado flores?

Se ha cruzado de brazos, se le marcan los pectorales y me distrae.

-Sí, os las he comprado a los dos. A Marina le han gustado, me ha dado un beso.

-¿Rosas blancas? -Acepta el ramo, al cogerlo nuestros dedos se han rozado, pero sigue sin acercarse y sé que Raff no es como Marina. Él necesita su tiempo.

-Significan que un amor durará toda la vida. La eternidad -le explico mirándole a los ojos-. Mi padre se las regalaba siempre a mi madre.

-Son preciosas -dice por fin Rafferty colocando una mano en mi torso. La camisa no evita que se me acelere el corazón-. Gracias.

-De nada.

La mano sube hasta mi cuello y los dedos se mueven despacio por la nuca, enredándose en mi pelo. Cierro los ojos. Noto el aliento de Rafferty acariciándome el lóbulo de la oreja.

-Nunca nadie me había regalado flores -me susurra-. Gracias por ser el primero, Jamie.

-El único -pronuncio tras humedecerme los labios.

-El único -repite antes de besarme la mejilla, acercándose con otros besos a mis labios-. Solo tú y Marina. Para siempre.

-Para siempre -repito ahora yo sujetándome de su cintura.

Dios, se suponía que era yo el que iba a estar al mando, el que iba a tomar la iniciativa, pero ha sido verlos y he perdido la capacidad de pensar y de dominar mis propias acciones.

-James, amor -murmura Marina a mi espalda, acariciándola, rodeándome desde allí para empezar a desabrocharme los botones de la camisa-, ¿de verdad nos necesitabas tanto?

-De verdad. Siempre os necesito -confieso hundiendo el rostro en el cuello de Ra para besarlo-. Os necesito.

Rafferty me sujeta el mentón y se apodera de mis labios, robándome el aliento, besándome hasta que siente que me entrego a él por completo. Las manos de Marina están ahora sobre mi piel, los dedos encogen los músculos de mi estómago hasta detenerse en el cinturón negro.

-Es por la cena de esta noche -adivina Marina-, sigues creyendo que Daniel y Amelia simbolizan nuestro pasado, el pasado mío y de Rafferty en el que tú no estabas.

Asiento, solo puedo asentir, no soy capaz de hablar. Los dos me están besando, tocando, acariciando, volviéndome loco.

-No queremos ese pasado, Raff y yo nunca habríamos sido felices juntos -me asegura Marina besándome ahora la espalda.

¿Cómo me han quitado la camisa?

-Así es, Jamie. Amo a Marina, me enamoré de ella antes de ti, cierto. -Abro los ojos, a Rafferty le cuesta hablar de sus sentimientos y cuando lo hace no quiero perdérmelo-, pero sin ti jamás habría sido feliz. Jamás habría conocido el amor de verdad, el amor eterno. Eso solo lo siento cuando estamos los tres. Tú me has enseñado a sentirlo.

-Oh, Raff -suspira emocionada Marina, y pasa junto a mí para colocarse frente a Rafferty y darle un beso.

Les miro, les observo, son hermosos, son mi corazón. Lo mejor que me ha pasado en la vida.

-Os amo. -Los sentimientos salen de mis labios igual que de mi corazón.

-James. -Marina me abraza por la cintura y suspira pegada a mi torso.

-Jamie, ven aquí y hazme el amor. -Rafferty tira de mi cuello para besarme apasionadamente-. Te amo, amo a Marina y es culpa tuya que me hayas convertido en la clase de hombre que se excita y emociona con un ramo de flores, así que ahora haz algo al respeto. Por favor.

-Sí, James, no puedes dejarnos así. Haz algo, te necesitamos. Te amamos.

Lo hago, le beso, primero a él porque no me suelta y después a Marina. Y después…después seguimos besándonos y amándonos.»

Espero que te haya gustado leer sobre James, Marina y Rafferty y que quieras seguir leyendo más y más.

Yo sigo escribiendo, todavía me falta contarte qué sucede durante la cena (y después).

Por cierto, Happy Halloween ♥

Un beso y una mirada...

Un beso y una mirada…

©Miranda Cailey Andrews

No te olvides de tu promesa.

 

 

 

 

 

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Daniel y Amelia, James, Marina, Noventa Días, Nunca es suficiente, Raff

Un beso y una mirada…primera parte

No voy a fingir que soy capaz de desprenderme de Daniel y Amelia, y tampoco de Marina, Rafferty y James. De hecho, ni siquiera voy a intentarlo. Es cierto que estoy escribiendo sobre unos nuevos personajes, sobre un amor tan fuerte y tan intenso que la pasión y el deseo no son nada, absolutamente nada, comparados con los sentimientos que estoy intentando trasladar a cada página. Espero poder contarte más sobre esta novela muy pronto, mientras tengo el placer de compartir contigo estos momentos robados, estas escenas inéditas.

Llevaba días dándole vueltas a la idea de reunir a los protagonistas de las dos historias de amor, entrega y pasión que he escrito hasta ahora. Creía que era una locura pero si lo es, no me importa. El único problema es que no es solo una escena, es una de muy larga dividida en unas cuantas partes. Lo bueno es que si te gusta esta primera parte solo tendrás que esperar unos días para la segunda. ¿Qué me dices, quieres leerlas, podrás esperar?

Una última cosa, debo confesarte que no sé si me bastará con estas dos partes, no sé si me bastará con estas miradas y estos besos inéditos…Me temo que acabaré escribiendo una nueva novela con ellos.

Empecemos con Amelia..

Un beso y una mirada

«Daniel sigue siendo Daniel Bond para el mundo exterior, sigue siendo inaccesible, autoritario, dominante y ese es uno de los motivos, solo uno, por los que no puedo evitar sonreír cuando me besa después de prácticamente exigirle al inspector Erkel que investigue a Lucy Labreque. Nuestra niñera.

-No te rías de mí -me exige cuando se aparta-. No tiene gracia.

-Por supuesto que no. -Le rodeo la cintura con las manos y le retengo frente a mí-. Vuelve a besarme.

-A sus órdenes, señora Bond.

Un escalofrío me recorre la piel de la espalda y cuando noto su lengua deslizándose por entre mis labios muevo las manos hasta su espalda. Separa la mandíbula, la fuerza del movimiento aumenta la intensidad del beso, como si no bastase el fuego que siempre arde entre nosotros. Da un paso hacia delante, sus muslos se pegan a los míos y retrocedo hasta que noto la pared a mi espalda. Oh, con qué esas tenemos… Bajo las manos hasta sus nalgas muy despacio y separo las piernas para que así pueda acercarse más a mí. Cuando está entre ellas, cuando lo único que nos separa es la ropa que seguimos llevando, le muerdo el labio inferior y el temblor que le sacude la espalda está a punto de hacernos terminar a los dos.

-Eso es, señor Bond.

Daniel tiene las manos apoyadas en la pared, lo sé porque abro los ojos y veo sus antebrazos tensos a ambos lados de mi cabeza. Le suelto el labio y lo beso con cuidado, él cierra los ojos y respira por entre los dientes. Llevo las manos hacia arriba, acariciándole la espalda.

-Recuérdame por qué tenemos que salir a cenar esta noche -me pide. La nuez le sube y baja por la garganta con esfuerzo.

-Porque Rafferty es tu mejor amigo, y  James te cae muy bien. Y se lo prometimos a Marina, ¿te acuerdas? -le respondo besándole el cuello, un beso tras otro, dibujando la vena donde le late el deseo.

-Odio a Raff, intentó besarte -recuerda furioso-, y James quiso seducirte.

-Ninguno de los dos tuvo nunca la menor oportunidad.

-Quiero estar contigo.

-Yo también voy a la cena, Daniel, estarás conmigo -bromeo mientras le desabrocho el botón de la camisa para besarle el esternón.

-No te burles de mí, Amelia. Sabes que no puedo controlar lo que siento. -De repente abre los ojos y aparta una mano de la pared para levantarme el rostro por el mentón y mirarme a los ojos-. Y es culpa tuya. Tú me haces sentir todo esto.

Me cuesta hablar, tengo que humedecerme los labios. A pesar del tiempo que llevamos juntos (del maravilloso tiempo que llevamos juntos) el amor de Daniel sigue robándome el corazón.

-También es culpa tuya que yo sienta tanto. Te amo, Daniel.

Baja la cabeza despacio, tiene los ojos negros, con ese fuego tan nuestro, ese que solo creamos juntos.

Termino de desabrocharle la camisa, él vuelve a apoyar las manos en la pared. Estoy atrapada, pero el modo en que respira, en que me besa, en que se mueve junto a mí me indica que me necesita, que soy yo la que le tiene atrapado a él. Mis dedos recorren uno a uno los músculos desnudos que tiemblan a su paso, la camisa está completamente desabrochada y la tela blanca flota a nuestro alrededor. Detengo las manos en el cinturón, Daniel gime en mis labios y sigue besándome, entregándose a mí, suspirando y temblando. Aflojo un poco el cinturón sin quitárselo del todo, mi mano se cuela entre la tela.

-Maldita sea -farfulla-, me habría muerto si les hubieses tocado así.

-No, no digas eso -susurro-, estuve demasiado cerca de perderte, Daniel. Yo sí que sé lo que es querer morir por el miedo que tenía a perderte.

Se detiene de golpe, sus manos aparecen en mis mejillas. No me he dado cuenta, pero una lágrima se ha escapado al recordar el accidente de Daniel.

-Amelia, lo siento -se disculpa emocionado-. No quería hacerte revivir esos días.

-No lo has hecho -le aseguro. La verdad es que siempre están en un rincón de mi mente, como una voz que me susurra lo afortunada que soy. Me pongo de puntillas y le beso de nuevo. Necesito estar dentro de él, en su interior, sentir su calor y su fuerza envolviéndome. Devorándome-. Te amo, Daniel. Jamás habría sido capaz de tocar a otro hombre, no después de haberte tocado a ti.

-Dios mío, te necesito. Ya no puedo seguir controlándome.

Me besa, muerde mis labios, apoya el peso de su cuerpo en el mío. Necesitándome.

-Prométeme que Laura estará bien con Lucy -me pide-. No soportaría que le pasase algo.

-Por supuesto que estará bien, solo ha ido a pasear por el parque. Y Frederick está con ellos.

-Gracias por acceder a eso.

-De nada.

Le acaricio el torso hasta llegar al cuello y sigo subiendo hasta tocarle la mejilla y apartarle el pelo.

-Volverán dentro de una hora para que podamos darle un beso a Laura antes de ir a la cena.

-Te necesito, Amelia. Olvidémonos de esa maldita cena y quedémonos en casa. Tengo que estar contigo.

-Yo también te necesito, Daniel. -Le beso el pectoral, encima del corazón que late sin control-. Chis, tranquilo. Vas a estar bien, vas a estar dentro de mí, pero después iremos a la cena. ¿De acuerdo?

Le acaricio por encima del pantalón, le muerdo el cuello hasta dejarle la marca de los dientes y después, muy despacio, dibujo las rayas rojas con la lengua.

-Sí, de acuerdo, lo que tú quieras, pero…

-No digas nada más, Daniel. Solo siente. Desabróchame el vestido, por favor, amor mío. -Sus manos aparecen temblorosas sobre mis botines-. Despacio, muy despacio.

Apoya la frente en la mía y cierra los ojos. Aprieta la mandíbula, traga saliva despacio e intenta ocultarme -sin éxito- el temblor que le sacude el cuerpo cuando le acaricio donde más me necesita.

-Amelia, por favor. -Llega al último botón de mi vestido y espera sin moverse a que le diga qué quiero, qué necesitamos los dos-. Haz algo. No puedo ir así a esa cena, sin saber que he estado dentro de ti, sin saber que me perteneces.

-Te pertenezco. A ti, solo a ti. Siempre.

-No puedo ir sin saber… -me besa en los labios, los suyos tiemblan aunque me muerde al apartarse-… sin saber que te pertenezco.

-Mío. Eres mío, Daniel. -Levanto las manos para sujetarle las muñecas y apartarle las manos de la pared. Le quito la camisa, detengo los dedos en la cinta que le rodea la muñeca y él se estremece. La camisa descansa en el suelo, su torso herido, brutal, contundente, sube y baja frente a mí-. Eres mío, Daniel. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Puedes dudar de lo que quieras, pero nunca de esto. Nunca de mí, ni de nosotros. ¿Entendido? Repítemelo.

Le beso el pecho, le muerdo el pectoral encima de una de las marcas de las velas. Le acaricio, el pantalón cae al suelo y el vello que cubre sus fuertes muslos me hacen cosquillas por encima de las medias.

-Más, Amelia. Necesito más. Por favor.

-Dime que nunca dudarás de mí ni de nosotros y te daré lo que necesitas, lo que los dos necesitamos. -Daniel me besa frenético, desesperado, me sujeta por los brazos, la piel de su torso quema la del mío-. Dímelo, Daniel. Puedes hacerlo, has llegado muy lejos. Te amo, no tengas miedo de reconocer lo fuerte que somos.

-Maldita sea, Amelia. Nunca dudaré de ti, nunca he dudado de ti. Solo dudo de mí…cualquier otro hombre.

-No sería tú. Existo para ti y tú existes para mí. ¿O acaso crees que serías tan feliz con otra?

-No, por supuesto que no.

-Yo tampoco.

Me mira incrédulo y al ver sus ojos negros, el sudor que le cubre la frente, el deseo que le tensa todo el cuerpo, sé lo que debo hacer.

-Dame la mano.

Sus fuertes dedos aparecen encima de los míos. Los sujeto con cuidado, a pesar de su fuerza son los más tiernos que he sentido nunca, y los coloco encima de mi entrepierna.

-Tócame, siénteme.

La mano de Daniel tiembla pero cuando siente mi calor su respiración se tranquiliza, suspira. Es feliz.

-Amelia -suspira perdido en nuestro deseo.

-Cógeme en brazos, Daniel, y llévame a nuestro dormitorio.

-No sé si podré llegar, te necesito demasiado.

-Podrás. Hazlo.

Un brazo se desliza bajo mis rodillas y me levanta, le beso el cuello lentamente, mordiéndole con suavidad cada pocos segundos, recordándole que puede lograrlo. Me tumba en la cama, me besa, su cuerpo tiembla encima del mío. Una gota de sudor de su frente cae hasta deslizarse por mi garganta.

-Amelia, por favor…

-Nada de por favor -coloco un dedo encima de sus labios-. Soy tuya. Recuérdalo siempre.

-Quiero poseerte. Ahora mismo. Sin control. Sin límite. Quiero perderme dentro de ti, marcarte, dejar parte de mí dentro de ti, mi olor, mi esencia, mi alma. Quiero que cuando esos hombres te vean sepas que eres mía y que yo soy tuyo.

-Hazlo, Daniel. Yo también lo necesito. No dudo de ti, tú siempre serás mío, pero no quiero que Rafferty, James o Marina crean que pueden tener ni siquiera un segundo de tus pensamientos. Nadie puede. Nos pertenecemos el uno al otro, a nuestra pequeña familia.

Daniel se quita los calzoncillos, creo que habría sido capaz de arrancárselos si estos no hubiesen cedido con facilidad, y entra dentro de mí.

El mundo se detiene. No puedo respirar y él apoya la frente en la mía mientras sus manos se sujetan a mis hombros como si su vida dependiese de ello, como si estuviese colgando al borde del abismo.

-Cada vez es más intenso, Amelia. Dime qué tengo que hacer para poder respirar, para poder vivir.

-Hazme el amor. Solo tienes que hacer eso. »

Me gustaría seguir, pero no puedo. Te prometo que podrás leer el resto de la escena muy pronto, y conocer también como Marina, Raff y James se preparan para esa cena. Y lo que sucede durante la misma… y después.

Recuerda, no existe nada más erótico que el amor. Vívelo. Yo mientras seguiré escribiendo sobre ello.

©Miranda Cailey Andrews.

 

Daniel y Amelia...antes de la cena.

Daniel y Amelia…antes de la cena.

Mientras puedes leer las novelas de Daniel y Amelia, clica sobre los títulos y encontrarás más información (están por orden): Noventa Días, La Cinta, Sin fin, Todos los Días, Por tus caricias, Un día más.

O la de Marina, Rafferty y James, clica sobre el título y encontrarás más información: Nunca es suficiente

También puedes encontrarlos en itunnes, Barnes&Noble y en las librerías físicas y on-line de tu país ♥

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Nunca es suficiente

Una mirada puede hacerte temblar

No sé si se debe a los meses que estuve sin escribir pero últimamente me faltan manos, horas, tiempo para dar forma a todos los sentimientos que me rondan por la cabeza. He puesto orden, he elegido cuál es la próxima historia que voy a contarte, pero hay tantas otras, tantos personajes que insisten en seguir hablándome y que quieren explicarte qué están haciendo, lo que les está sucediendo, que tengo que hacer algo al respecto. La novela en la que estoy trabajando no es sobre Daniel y Amelia, y tampoco sobre Raff, Marina y James, es de un hombre que espero tengas ganas de conocer y del que te hablaré más adelante, pero bueno, he decidido que sacaré horas de dónde sea para contarte más y más cosas sobre estos personajes que ya conoces y que espero que ames tanto como yo.

Habrá más novelas de Daniel y Amelia y también de Marina, Raff y James, las escribiré e intentaré publicarlas, si quieres leerlas, por supuesto.

Mientras te lo piensas, esto es lo que Raff, Marina y James tienen que contarte en el día de hoy.

Una mirada puede hacerte temblar

«James tiene que viajar a Japón, Raff está furioso y yo creo que voy a matarlos a los dos. O atarlos a la cama y no soltarlos hasta que se calmen y podamos hablar del tema como siempre hacemos cuando algo nos preocupa y nos duele. Y el viaje de James nos duele a los tres, y ni él ni Raff están dispuestos a reconocerlo.

Maldita sea, si un hombre es testarudo, dos son inmanejables. Los dos quieren cuidarnos, los dos necesitan protegernos y los dos son incapaces de reconocer lo que sienten de verdad. Si al menos los dos reconocieran que no quieren que nos separemos y que James no debería viajar sin nosotros, podríamos empezar a buscar la manera de solucionarlo. Pero no, James insiste en que puede ir solo a Japón y Raff en que no le importa que lo haga.

Los dos mienten.

Ni James quiere ir solo a Japón ni Raff quiere que se vaya, y ninguno de los dos quiere ser el primero en confesarlo. Parece mentira que después de lo que hemos pasado sea este el momento en que tienen miedo de quedar como demasiado románticos o dependientes. Tal vez sea porque llevamos pocos meses juntos y aún nos cuesta reconocer que no somos capaces de separarnos. Sea como sea, no voy a dejar que sigan así ni un minuto más. Ni un segundo más.

Oigo la puerta de casa, sé que es James. Raff ha cogido la motocicleta esta mañana y entrará por el garaje. La puerta se cierra, las llaves caen en la bandeja de plata en forma de lágrima que hay en el mueble de la entrada. El ruido del abrigo al apoyarse en el perchero, el suspiro de James y los pasos que le acercan a mí.

-Hola, princesa.

Giro el rostro, le veo detrás de mí, de pie en la puerta del salón, recorriéndome con la mirada. Está muy cansado. Demasiado, el muy idiota lleva días sin dormir a penas.

El motor de la motocicleta de Raff irrumpe de repente y los ojos de James se entristecen. Sabe que me he dado cuenta e intenta disimularlo. Levanto una ceja para advertirle que no lo intente y le retengo allí solo con la mirada.

Otra puerta, los pasos de Rafferty, la cazadora cayendo encima de una de las sillas que hay en la cocina.

-Hola, Marina -me saluda sin mirarme y cuando levanta la cabeza añade-, hola, James.

-Creo que iré a acostarme -dice James tras carraspear.

-Yo iré a preparar la cena -sugiere Rafferty.

-¿En serio? ¿De verdad vais a evitaros durante toda la noche, otra vez? -Me pongo en pie enfadada y me coloco entre los dos.

-No nos estamos evitando -me responde James de inmediato, aunque el rubor que ha aparecido en sus mejillas le traiciona.

-Yo solo iba a preparar la cena -dice Raff también disimulando.

-Ya, claro, y yo soy idiota. ¿Sabéis una cosa? Estoy harta, no podemos seguir así. Si no estáis dispuestos a tratar nuestra relación con la seriedad que se merece, me largo.

No tengo intención de hacerlo, jamás podría vivir sin ellos dos, pero tengo que hacerles reaccionar, y a juzgar por la cara de susto de ambos voy por buen camino.James está furioso y Raff está a punto de estallar.

-¿¡Qué no nos tomamos nuestra relación en serio!? -exclaman los dos.

-No.

-¿Pero de qué diablos hablas? -Este es James.

-Pues claro que nos la tomamos en serio. Estamos casados.

Nada, siguen sin reconocer lo que de verdad pasa.

-Sé que estamos casados -les digo-, y sé que os lo tomáis en serio, pero, cariños, tenemos que hablar del viaje a Japón.

Vuelven a tensarse.

-¿Por qué? ¿Qué pasa con el viaje? Es solo un viaje -asegura James,

-No es solo un viaje. -Me acerco a él y le cojo la mano-. Allí murieron tus padres, ese país forma parte de ti de un modo muy especial. -Levanto una mano y le acaricio por encima de la camisa una de las cicatrices de sable. Sé de memoria donde están.

-Puedo ir solo -contesta él sin que yo se lo pregunte.

-Lo sé, pero no tienes porqué. Ahora nos tienes a nosotros.

James me mira por fin a los ojos, le brillan, se oscurecen. Tiemblan. Por fin lo ha entendido, se le acelera el corazón bajo la palma de mi mano.

-Marina -susurra mi nombre antes de besarme. Me sujeta por la cintura y tira de mí hasta pegarme a su cuerpo. Separa los labios con fuerza, mueve la lengua hasta no dejar ni un solo rincón de mi boca sin recorrer. Le oigo gemir y se me eriza la piel.

-Si quieres que te acompañemos -le susurro apartando los labios, sin salir de entre sus brazos-, tienes que pedírnoslo, James. Tienes que darnos la oportunidad de estar a tu lado, de entrar en esa parte de tu vida y mostrárnosla del todo.

-Tengo miedo -confiesa de repente-. Esa vida, mi vida allí, en Japón, es mi pasado. Lo he dejado atrás.

Aflojo la mano que tengo en su torso y le acaricio el pelo.

-Sigue formando parte de ti. No puedes ignorarlo, nadie puede.

-Volveré en cuanto pueda, será un viaje muy corto. Rafferty cuidará de ti mientras yo no esté -lo dice decidido pero con los ojos cerrados y la mejilla apoyada en la palma de mi mano.

Mi corazón se encoge al verle. James es el más valiente de nosotros, el más sincero y honesto con sus sentimientos. Saber que oculta algo, que intenta protegernos de algo, me preocupa y me asusta. Y hace que le ame aún más por ello. No hay nada que él no haría por nosotros.

-¿¡Y puede saberse quién diablos cuidará de ti, Jamie!?

El estallido de Rafferty nos coge tanto a James como a mí por sorpresa. Raff tira de James por los hombros y le da media vuelta para besarlo furioso. El beso es tan intenso, tan necesario y tan apasionado que Rafferty empuja a James hasta la pared del salón. Los dos necesitan un punto de apoyo, y yo también, tengo que alargar una mano y apoyarla en el respaldo del sofá para no caerme.

-¿Quién cuidará de ti en Japón, Jamie? -repite Raff cuando interrumpe el beso y apoya la frente en la del otro hombre.

-Nadie.

A James le tiemblan las manos, aprieta los dedos en la cintura de Rafferty.

-Solo vosotros podéis cuidar de mí -añade James-, nadie más.

-Entonces, maldito idiota -farfulla Raff-, ¿por qué diablos no nos pides que te acompañemos? Yo no quiero dejarte ir, aunque he intentado disimularlo. Marina no quiere dejarte ir. ¿Por qué no nos lo has dicho, Jamie? Se supone que tú eres el valiente.

-Ven aquí, Marina, por favor. Te necesito. -James me mira y afloja una de las manos para tendérmela-. Por favor.

Reacciono, gracias a Dios, y camino hacia ellos. James me tira de los dedos y me besa con una desesperación que segundos antes había logrado contener. Cuando me suelta, Rafferty no me permite recuperar el aliento y también me besa. Es apasionado, sincero, dulce y sensual al mismo tiempo.

-Gracias -me susurra Rafferty al soltarme con cuidado.

-De nada.

Abrazados allí los tres, James respira hondo antes de hablar.

-Aquí somos felices, increíblemente felices. Os amo y no quiero hacer nada que pueda poner en peligro nuestro amor. Nuestra familia -afirma con reverencia-. No podría soportarlo.

-Yo tampoco, James.

-Ni yo, Jamie.

-No sé qué sucederá en Japón, tengo un mal presentimiento.

-¿¡Y no nos lo has dicho!? Maldita sea, Jamie.

-¡Tú habrías hecho lo mismo, Ra! No lo niegues. Te conozco. Tú jamás permitirías que Marina y yo corriésemos ningún riesgo. Y tú Marina, tampoco.

-No sé qué habría hecho yo, James, pero sé que no podemos mantener secretos entre nosotros. Y sé que nos necesitamos y que no podemos estar separados, fingir lo contrario es una estupidez y nos hace daño. No voy a permitir que vayas solo a Japón, no iba a permitírtelo antes y no voy a permitirlo ahora que sé que estás preocupado. Y Raff tampoco va a permitírtelo. tú no deberías pedírnoslo. Te amamos.

-Y yo a vosotros.

La mirada de James es tan ardiente, tan llena de amor y de esos miedos que aún desconozco que me quema la piel. Y a Raff debe sucederle lo mismo porque ha separado los labios para respirar mejor y el torso le sube y le baja pesadamente.

-Demuéstranoslo -reto a James con una mirada igual de ardiente-. No podemos seguir así. Haznos el amor y después tal vez seremos capaz de hablar de esto como personas civilizadas. Ahora mismo solo puedo pensar en lo mucho que os necesito. ¿Tú nos necesitas, James?

-Muchísimo -confiesa tras humedecerse los labios-. Necesito estar dentro de ti, dentro de Ra. Dios, necesito perderme dentro de vosotros y no salir jamás. No puedo soportar la idea de estar lejos de vosotros… Necesito vuestra piel, vuestro deseo… -Rafferty ha empezado a desabrocharle la camisa, por eso le cuesta hablar a James-… Necesito vuestro amor.

-Lo tienes.

Mientras Rafferty desnuda a James yo le aflojo los botones a él. Cuando los dos se quedan sin camisa se giran hacia a mí y me quitan el vestido y los zapatos en un baile perfectamente sincronizado.

-Te deseo, Jamie -farfulla Raff con la voz ronca-, tienes que hacerme olvidar la angustia de estos días. No podía soportar la idea de que fueras capaz de irte y dejarnos sin más.

-Jamás os dejaré -asegura James furioso antes de besarlo y de abrazarme a mí al mismo tiempo-. Jamas -repite antes de intercambiar nuestras posturas y besarme a mí para abrazar a Rafferty.

-Os necesito, Rafferty, James -susurro-. Os amo, os he echado de menos.

-Oh, Marina, princesa. Lo siento. -Me llena el cuello de besos-. Lo siento. Te amo.

-Lo sé. -Le acaricio el pelo-. No vuelvas a asustarnos, ¿de acuerdo? -Le veo asentir-. Y basta de hablar de viajar a Japón sin nosotros. Ya no estás solo.

-No, ya no lo estoy -repite James emocionado.

-Ahora tienes a dos personas que te aman y te necesitan, Jamie -le dice Rafferty besándole la nuca-, y que no van a dejarte nunca.

-Dios -gime James cerrando los ojos-. No puedo esperar. Os necesito. Os necesito, Marina, Ra.

Lo repite mientras nos besa, mientras le besamos a él, mientras los tres hacemos el amor.

-Nunca os dejaré marchar, eres parte de mí, Jamie -Rafferty besa la nuca de James antes de alargar las manos por la cintura de él y llegar hasta mí-, Marina, mi amor -pronuncia con pasión y me besa, capturando a James entre los dos.

-Os amo, os amo, James, Rafferty.

Sé que es lo único que importa, lo único que no puedo parar de decir mientras nuestros cuerpos nos recuerdan que un amor como el nuestro no está hecho para separaciones absurdas. No sé qué secreto se esconde en Japón, pero sea lo que sea, lo averiguaremos juntos. Siempre. »

El amor de Marina, Raff y James sigue creciendo, complicándose. Japón no es solo un país, no es solo parte del pasado de James, es mucho más, claro que eso es una historia para más adelante…

Recuerda, no existe nada más erótico que el amor y pienso seguir escribiendo sobre ello. Mientras, puedes leer Nunca es suficiente , la novela de Marina, Rafferty y James. Espérame, no tardaré ♥

© Miranda Cailey Andrews

Una mirada puede hacerte temblar

Una mirada puede hacerte temblar

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Nunca es suficiente

Una mirada puede detener el mundo a tu alrededor

Van pasando los días, las respuestas, comentarios, críticas de Nunca es suficiente empiezan a llegar y con ellos la emoción de oír y leer lo que opinas de mi última novela, del complicado, intenso y verdadero amor que viven Raff, Marina y James. Yo estoy trabajando en las próximas historias que voy a contarte, son unas cuantas, así que espero que quieras leerlas. Te enamorarán, te despertarán sentimientos y emociones que… ya verás.

Tengo muchas ganas de empezar, de compartir todo esto contigo, así que mientras los dos tenemos que esperar te dejo aquí otra escena inédita, otro regalo, de Nunca es suficiente. El título de este momento es Una mirada puede detener el mundo a tu alrededor. Yo así lo creo y Marina también, ¿y tú?  Por cierto, te aconsejo que antes de leer esta entrada leas la anterior, si no lo has hecho, porque se situaría a continuación.

«Me despierto al notar que el torso que me acariciaba la espalda cambia ligeramente de postura. Raff se ha despertado. Después de hacer el amor, James me ha llevado en brazos hasta nuestro dormitorio y me ha tumbado en la cama, me ha dado un beso y me ha acariciado el pelo al apartarse. Después, Raff ha hecho lo mismo, me ha besado y me ha susurrado un te quiero al alejarse. No se han acostado a mi lado hasta unos minutos más tarde, no lo hacen hasta asegurarse de que nuestra casa está perfectamente cerrada y los tres estamos a salvo. Nunca ha sucedido nada, pero Rafferty todavía está inquieto, preocupado por las amenazas de su padre y James está dispuesto a todo con tal de tranquilizarlo y de protegernos.

Espero unos segundos, separo los párpados despacio y veo a James dormido frente a mí. Despierto me recuerda siempre a un guerrero, con su pelo negro y su mandíbula fuerte, sus pómulos rotundos. Dormido pienso en el hombre tan apasionado y romántico que es de verdad, en lo afortunada que soy de tenerlo. De tenerlos a los dos. Solos no podríamos existir. Oigo exhalar a Rafferty, es un sonido sordo, ronco, como si hubiera intentado contenerlo. Me giro, alargo un brazo para colocar la mano en su cintura y evitar que se aparte. Presiento que va a intentarlo.

-Siento haberte despertado.

Me lo dice acariciándome el rostro, con la mirada triste y llena de ese amor que ninguno de los tres podemos contener.

-No te preocupes. -Tengo la voz ronca a pesar de que apenas he susurrado. Le acaricio la cintura, estamos desnudos, y él se acerca a mí y me besa.

Es lento, tierno, suspira en mis labios.

-Te quiero, Marina. -Se aparta y vuelve a tumbarse. cierra los ojos y se pasa frustrado las manos por el pelo.

-Yo también te quiero, Raff. Tienes que contarme qué sucede. -Descanso una mano en su torso y le noto el corazón acelerado.

-Hace unos días me llamó mi padre.

No le digo que ya lo sabía y mientras espero que encuentre las palabras le acaricio el pectoral, su corazón cambia, se apacigua.

-No nos sucederá nada, Rafferty.

-No, no es eso. Sé que no nos sucederá nada, no voy a permitirlo -afirma mirándome rotundo a los ojos.

-¿Entonces?

-Mi padre me llamó para decirme que Jamie, James -desvía la mirada hacia él-, me está mintiendo, que su pasado es mucho más complicado y peligroso de lo que creemos.

-¿Qué le dijiste?

-Le mandé a la mierda. -Rafferty solo pierde sus perfectos modales británicos cuando alguien nos ataca a James o a mí-. Pero antes de colgar me dijo que el MI6 tiene un expediente sobre James.

La preocupación de Raff es real, tanto como su miedo, pero no puedo evitar sonreír al recordar que la mañana que conocí a James pensé que parecía un espía.

-Eso no tiene sentido, Raff -le digo acariciándole ahora el pelo.

-Lo sé, maldita sea. Lo sé. Pero le creí durante un segundo, Marina-. Se le nublan los ojos, la fuerza que siempre brilla en ellos se enturbia y comprende el motivo de su malestar. Está furioso consigo mismo porque ha dudado de James-. Le creí, Marina. Creí a ese hijo de puta que intentó separarnos. Dudé de James, Marina.

-No, no, no -me apresuro a asegurarle-. En el fondo de tu corazón no dudaste, si lo hubieras hecho, me habrías protegido, te habrías enfrentado a él con tus dudas.

-Le amo, Marina, tanto como a ti. No soportaría que nos hubiera utilizado, que nos hubiera mentido.

La sábana se mueve y la mano de James se apoya en mi cintura. Me besa la nuca, me aparta el pelo y respira encima de mi piel. Cierro los ojos perdida en la caricia, pero antes veo que los de Raff se oscurecen.

-Marina, gracias por escuchar a Raff -me susurra mientras me besa los hombros muy lentamente. El vello de su torso me hace cosquillas en la espalda y sus muslos fuertes me protegen-. Y tú, Ra, eres un idiota.

-¿Disculpa? -Oigo la sonrisa pero estoy demasiado distraída con los labios de James como para mirar a Raff, además, puedo imaginarme su rostro perfectamente.

-Sé que no dudaste de mí, te pusiste furioso con tu padre porque me atacó y porque intentó, otra vez, separarnos. No dudaste de mí, pero si alguna vez lo haces, si alguna vez quieres preguntarme algo, lo que sea, puedes hacerlo. Te amo, no tengo secretos para ti ni para Marina.

-Yo también te amo, Jamie.

Abro los ojos, ver a mis dos hombres de esa manera no puedo perdérmelo, y Raff se acerca a mí hasta que su pecho se funde con el mío y besa apasionadamente a James por encima de mi cabeza.

-Ven aquí -susurra entonces Raff-, hazme el amor, Jamie, mientras yo le doy las gracias a Marina como se merece.

-¿Las gracias? No es que esté en contra de la idea, pero ¿por qué?

-Porque eres maravillosa, porque no me has dejado seguir en silencio.

-Y porque te queremos -añade James girándome el rostro para darme por fin un beso en los labios.

Después se aparta, me acaricia lentamente la espalda y se mueve con la agilidad felina que le caracteriza hasta poder abrazar a Raff y besarlo del mismo modo.

Tal vez el MI6 tenga un expediente sobre James y es probable que aún tengamos que descubrir y aprender muchas cosas sobre nosotros, pero nuestro amor pasará todas las pruebas que se interpongan en nuestro camino. Es lo que siento cuando Raff se pierde en mi cuerpo y le oigo suspirar el nombre de James mientras él le recuerda que le pertenece. Los tres nos pertenecemos. Siempre.>>

No existe nada más erótico que el amor, recuérdalo… Y sigue leyéndome ♥

©Miranda Cailey Andrews

Una mirada puede detener el mundo a tu alredeor

Una mirada puede detener el mundo a tu alredeor

 

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Nunca es suficiente

Una mirada puede acariciarte la piel

Nunca es suficiente tienes pocos días de vida, apenas una semana, y siento la necesidad de contarte más sobre la historia de amor y de pasión que se esconde entre sus páginas y sobre la mujer y los dos hombres que la viven. Me he dado cuenta de que siempre me quedo corta y después de leer tus comentarios creo que tú opinas lo mismo (gracias), así que te adelanto que mis próximas novelas tendrán como mínimo el doble de páginas. El doble. Espero no asustarte y que quieras leerlas, mientras aquí tienes una escena inédita de Nunca es suficiente.

Si has leído la novela, te gustará, es sobre una noche muy especial para Marina, Raff y James. Si no la has leído, te seducirá y se quedará dentro de ti pidiéndote a gritos que compres el libro y lo devores entero. No contiene spoilers, si me conoces ya sabes que creo firmemente que no existe nada más erótico que el amor y los finales felices (a pesar de lo doloroso que sea el camino hasta llegar a ellos).

Lee y enamórate de Marina, Raff y James. He titulado esta escena, este capítulo de regalo, Una mirada puede acariciarte la piel.

«Rafferty está nervioso, lleva días intentado ocultarlo sin éxito. Debería decirle que no pierda el tiempo, que estoy tan dentro de él que nunca podrá mentirme, pero he aprendido que Raff, cuando algo le preocupa de verdad, necesita hacer las paces consigo mismo antes de enfrentarse a mí. A nosotros, en realidad. Le sucede lo mismo con James. Hubo un tiempo en el que tuve miedo de que no llegase a ser así, temía que nuestra relación no fuese de verdad la misma, que nuestro amor se repartiese de manera distinta y no equitativa. Qué equivocada estaba. Nuestro amor no es igual, es distinto entre los tres, los tres necesitamos ser amados y que nos amen de distintas maneras, como cualquier persona enamorada, pero la intensidad de los sentimientos, la intimidad que compartimos no conoce límites.

Tal vez sea porque entre nosotros nunca han existido.

-¿Qué diablos le pasa a Raff? -es James, entra en la cocina donde estoy tomándome un té. Ellos dos estaban abajo cuando he llegado a casa, les he oído hablar y he preferido no acercarme. He detectado en sus tonos de voz que esa conversación les pertenecía solo a ellos. Y que James estaba intentado hacer hablar a Rafferty.

Sonrío.

-La semana pasada le llamó su padre -le cuento-. No me lo ha dicho, cree que no lo sé. Le oí por casualidad, Raff estaba en el salón cuando le sonó el móvil, yo bajaba por la escalera. No sé qué le dijo, le colgó antes de que llegase a su lado y no me dijo nada.

-¿No se lo preguntaste? Ese hijo de puta seguro que le ha hecho daño, voy a…

-No vas a hacer nada.- Coloco una mano en su torso, se le ha acelerado el corazón y ha cerrado los puños-. Por supuesto que se lo pregunté, y me bastó con mirarle a los ojos para saber que nos lo contaría cuando llegase el momento. Tenemos que esperar, ¿de acuerdo?

Me pongo de puntillas y le doy un beso en los labios. James responde de inmediato, suspira cuando nuestras bocas se juntan y sus manos se cierran sobre mi cintura, pegándome a él.

-De acuerdo -farfulla sin soltarme-. Pero no me gusta. Necesito protegeros, asegurarme de que sóis felices. Estáis metidos en esto por mí.

Enarco una ceja y le clavo las uñas en la espalda.

-Esto es lo mejor que nos ha pasado en la vida y no estamos aquí por ti. Estamos aquí porque nos amamos. Y no eres tú el que tiene que hacernos felices, es cosa de los tres, ¿entendido?

Se le oscurecen los ojos, traga saliva dos veces y asiente sin apartar la mirada de mí.

-Dios, tengo que estar dentro de ti ahora mismo -asegura antes de devorarme los labios y empezar a desabrocharme los botones de la blusa.

Yo hago lo mismo, los besos de James siempre me aceleran el corazón y hacen que me olvide de todo lo que me rodea excepto la pasión y el deseo que él me despierta. Tiro de la camisa que lleva para sacársela del pantalón y acariciar la piel, las heridas dejadas años atrás por un sable y por su pasado en Japón del que todavía nos falta tanto por descubrir. Demasiado. Él aumenta la intensidad del beso al notar mi caricia y me levanta del suelo para ponerme encima del mármol donde suele haber un jarrón. Hoy no está, lo habríamos roto y a ninguno le habría importado. Le desabrocho el cinturón, no podemos contenernos más y la ropa es un obstáculo insoportable. Si pudiera quitarle la maldita camisa…

-Chis, tranquila, deja que lo haga yo -susurra Raff y tanto James como yo nos detenemos un segundo. Abro los ojos, veo que a James se le eriza la piel igual que a mí.

Raff está detrás de James, le besa el cuello, sube despacio hasta detenerse en la oreja y susurrarle allí su nombre.

-Jamie… -Solo él le llama así.

James cierra los ojos y vuelve a besarme. Hay más pasión que antes, más amor, ha dejado de controlarse.

Raff tira de la camisa de James y le muerde encima del hombro sujetándole las caderas, moviéndose a su espalda. James me baja la ropa interior, las manos se deslizan firmes por mis muslos mientras los labios descienden por mi cuello y me besa por encima del sujetador.

-Marina, Raff, os necesito. -No suena a súplica, suena a desesperación y a orden.

Suspiro, gimo, no puedo contenerme, cuando estoy así con ellos me convierto en una criatura que solo siente y que solo se calma cuando nos perdemos juntos. Separo las piernas, James se coloca entre ellos y alargo las manos para tocar a Raff. Se ha quitado la camisa, siento su piel bajo las yemas y sé que apenas me quedan unos minutos antes de pedirles, por favor, que me hagan sentir que formo parte de ellos.

-Raff -susurro su nombre echando la cabeza hacia atrás para que James me bese el cuello-, te necesitamos.

-Y yo a vosotros. Mucho. Muchísimo -confiesa casi para sí mismo, besando la espalda de James, recorriendo su torso, y acariciando el mío con los nudillos-. Siento haber estado distante.

James se aparta un poco de mí, no demasiado, lo justo para mirarme a los ojos y sonreírme. Sé lo que me está diciendo, me está dando las  gracias por mi consejo, por haberle dicho que teníamos que esperar.

-No importa -le dice a Raff antes de besarme-, ahora estás aquí.

-Sí, y siempre voy a estarlo. Nadie podrá entrometerse entre nosotros.

Oigo el ruido de algo metalizado golpeando el suelo y levanto las pestañas los justo para ver que ha sido el cinturón de Raff al caer. Está completamente desnudo. James también. Son lo más bello e impresionante que he visto nunca.

-Quiero estar dentro de ti, Marina, lo necesito -me pide James. Yo tengo la blusa desabrochada y sigo llevando el sujetador, aunque está empapado por sus besos. La falda está arremolinada en mi cintura y él hunde allí los dedos, sujetándome, ocultando su temblor-. Y a ti Raff también. Te necesito dentro de mí. Ahora. Siempre.

Le tiembla la voz, los tres nos damos cuenta. James, a pesar de ser tan fuerte, sigue sintiendo que sin él Raff no habría tenido que superar tantos miedos ni tantos obstáculos. Aunque no sería tan feliz. Nunca lo habría sido.

-Dios mío, Jamie, amor mío. Yo también te necesito. -Raff aprieta los ojos. siente el dolor que le ha causado a James en su piel. Lo sé porque le hace girar el rostro y le besa con tanta delicadeza que se me llenan los ojos de lágrimas-. Te amo, Jamie. No lo dudes nunca, yo no lo dudo. Por muchas llamadas de ese cretino.

-Yo también te amo, Ra -dice James tras el beso-. Y a ti, Marina, te amo.

Se gira y me besa con idéntica ternura mientras captura mis lágrimas con el pulgar.

-Os prometo que os lo contaré todo -asegura Raff conteniéndose, con la voz ronca de deseo-. Después. Ahora, necesito hacerle el amor al hombre y a la mujer que amo.

James me besa apasionadamente, se desliza con cuidado dentro de mí y se detiene. Aprieta los dedos. Los dos esperamos a que Raff cumpla su promesa y nos haga el amor.

Cuando lo hace, cuando estamos los tres unidos, el placer es tan grande y el amor es tan fuerte que nada puede separarnos.»

Una mirada puede acariciarte la piel... así es como Raff mira a Jamie y a Marina.

Una mirada puede acariciarte la piel…así mira Raff a su Jamie y a su Marina

@Miranda Cailey Andrews.

No existe nada más erótico que el amor, Marina, Raff y James así lo creen, igual que Amelia y Daniel Bond e igual que yo. Si tú también estás convencido de ello, sigue leyéndome ♥

 

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Nunca es suficiente

Nunca es suficiente

Cuando Marina y Rafferty aparecieron en mi primer boceto de Noventa días supe que iban a ser importantes, lo supe porque tanto ella como él desprendían una gran capacidad de amar y de ser amados, por eso, y solo por eso llegó James. Nunca es suficiente no es la historia de un trío sexual, ni tampoco la historia de una pareja que requiere de un tercero para jugar en la cama. Nunca es suficiente es la historia de un gran amor, tan grande, tan apasionado, tan sensual, tan erótico que para vivirlo hacen falta tres personas… Y esta es una escena inédita que no encontrarás en la novela y que te regalo aquí para que empieces a enamorarte de Marina, Raff y James y les quieras tanto como yo.

«La habitación del hotel es preciosa, desde la ventana puedo ver las copas más altas de los robles de Hyde Park bañados por la tenue luz de las estrellas y frente al sofá que domina el pequeño salón que precede la cama hay una chimenea donde bailan unas llamas lentamente. Estoy sola, la nota que acompañaba el ramo de rosas blancas que he recibido esta mañana está ahora arrugada entre los dedos de mi mano derecha. La he leído tantas veces que temo que las letras vayan a desaparecer por arte de magia. Hotel Claridge’s, habitación 56, hoy a las seis. Y la firma, dos iniciales, R J.

He intentado averiguar de qué se trataba, hoy no es nuestro aniversario y no celebramos nada, lo sé, es a mí a quién se le da bien recordar esta clase de cosas. He mandado un mensaje a James y otro a Rafferty preguntándoles si sucedía algo y los dos me han contestado lo mismo y casi en el mismo instante. Tú asegúrate de estar en esa habitación a las seis. Te quiero.

Parecerá absurdo, lo es, sin duda, me he puesto tan nerviosa que apenas sé qué he hecho durante el resto del día. No he podido dejar de pensar en ello, el temor se ha apoderado de mí y he empezado a pensar en los motivos por los que íbamos a vernos en el Claridge’s y no en casa. No va bien, vamos a romper. Lo nuestro se ha acabado… pero si acaba de empezar. Amelia se ha percatado de mi lamentable estado y me ha preguntado qué me pasaba, he sido incapaz de contárselo. Ella está por fin feliz y tranquila y no quiero cargarla con mis problemas después de lo mucho que ha sufrido. Amelia me ha abrazado, no la he engañado, y me ha sugerido, ordenado es más exacto, que me fuese a casa y hablase con el causante de mis preocupaciones.

-La vida es demasiado hermosa para malgastarla en malentendidos -me ha dicho al despedirme-.Ve y arréglalo, Marina.

Le he sonreído, qué otra cosa iba a hacer, y he venido hasta aquí. Hasta esta habitación de hotel. Primero he esperado vestida pero al final he optado por darme un baño y ver si así me tranquilizaba un poco. Ha servido, hasta que al salir me he acercado al armario y he visto allí unas camisas blancas colgadas y una bolsa de cuero marrón en el suelo.

Es la bolsa de Raff. Se va. Me deja.

Me he puesto a llorar. No puede ser. No puede hacerme esto ahora. He respirado hondo, el aire ha entrado con dificultad en mis pulmones y me he levantado del suelo donde sin ser consciente me he arrodillado. Estoy frente la ventana, sujetando la camisa en mis manos, incapaz de mirar hacia la puerta y enfrentarme al final de este sueño. Oigo unos pasos en el pasillo, se me eriza la piel al oír el susurro del picaporte. Una risa ronca me calienta la sangre, otra me acelera el corazón.

No puede ser el final. No puede serlo.

Me giro y me quedo sin aliento.

-Marina, cariño, ¿qué sucede? –James se acerca a mí de inmediato y me abraza-. Dios mío, está temblando, ¿qué pasa?

-No quiero que esto acabe.

James me abraza más fuerte.

-No va a acabar nunca –afirma rotundo dándome un beso en el pelo, en lo alto de la cabeza.

La puerta se cierra, un ruido sordo me sorprende y al levantar la cabeza veo a Rafferty mirándonos fijamente. El casco de su moto ha caído al suelo y yace inerte junto a él. No puedo mirarle, escondo el rostro en el torso de James y noto que una lágrima me resbala por la mejilla.

-¿Marina? ¿Qué sucede? –Suena confuso, él no debería estarlo-. James, dime qué sucede –le exige al hombre que evita que me derrumbe.

-No lo sé –responde-. Ayúdame.

Raff se acerca e intenta abrazarme pero le detengo.

-No me toques –farfullo.

-¿Qué? ¿Por qué?

Aparto de nuevo el rostro del pecho de James y les miro a ambos.

-Si vas a dejarme, no vuelvas a tocarme.

-Yo no voy a dejarte nunca, Marina. NUNCA.

Se acerca a mí decidido y sin hacer caso de mi previa advertencia me sujeta el rostro con las manos y me besa desesperado. Yo clavo las uñas en el torso de James que sigue abrazándome por la cintura y dejo que Rafferty me bese de esa manera tan posesiva. Su sabor me tranquiliza, notar su aliento mezclándose con el mío me hace temblar.

-¿Por qué dices que voy a dejarte? –me pregunta dolido al separarse-. ¿No sabes que no puedo vivir sin ti?

-Hay ropa tuya en el armario –lo señalo con la barbilla- y tú… tú… tú.

-Yo os hice mucho daño –termina la frase resignado-. Lo sé, Marina, créeme. No voy a volver a hacéroslo. Te necesito para vivir, te necesito para amar, no puedo ni quiero estar sin ti. ¿Me crees?

-¿Por qué me has pedido que viniese aquí?

-Te le hemos pedido los dos, ¿recuerdas? –me susurra con una sonrisa.

Desvío la mirada hacia James y veo que tiene los ojos fijos en nosotros y que el torso le sube y baja despacio. Él siempre ha sido el más valiente de nosotros, tal vez por su pasado, y verle así me duele porque James se merece ser amado apasionadamente.

-Creo que no vas a dejarme pero…

Rafferty no me deja terminar.

-A James tampoco, no lo digas. No lo pienses. Le amo con todas mis fuerzas, sin él, no existiría. Y lo sabes. Los dos lo sabéis.

Rafferty me suelta entonces el rostro y gira despacio hacia James. Observo asombrada que a James le tiembla un músculo en la mandíbula, que le cuesta tragar saliva. Ese hombre tan fuerte puede con todo excepto con el cariño y esas muestras tan espontáneas y tan románticas de Rafferty le destrozan.

-Te amo, James –pronuncia Raff con reverencia antes de pegar sus labios muy despacio en los de James. James tarda un instante en separarlos y cuando lo hace el suspiro que sale de ellos me eriza la piel. Es hermoso y sincero. James flexiona los dedos que tiene en mi cintura y le acaricio el torso para calmar los latidos de su corazón mientras Raff le besa y le besa y no se aparta hasta convencernos a los tres que su amor no tiene límites ni impone ninguna condición.

-Yo también te amo, Raff –susurra James-, y tú, Marina, lo eres todo para mí.

Me acerca a él y me besa con la misma ternura y pasión que antes ha compartido con Raff, no existen diferencias, solo un amor que nos rodea y posee a los tres, que nos ha dado forma y tras mucho dolor nos ha convertido en lo que somos.

El beso sigue, noto las manos de Raff a mi espalda y en mi nuca, acariciándome el pelo. El albornoz con el que me he envuelto al salir de la ducha se afloja y una mano acaricia mi piel.

-Un momento –interrumpo ese beso porque necesito saber la verdad-, ¿por qué me habéis citado aquí? ¿Por qué no estamos los tres en casa?

James que está frente a mí me sonríe y levanta una ceja, deduzco que ese gesto va dirigido a Raff que está a mi espalda.

-Queremos pedirte algo –contesta Raff mordiéndome el cuello.

-No tienes por qué hacerlo –añade James besándome la clavícula.

Yo susurro sus nombres y cierro los ojos.

-James tiene que ir a Japón –sigue Raff desnudándome.

-Puedo ir solo –es James, justo antes de pegarse a mí y acariciarme.

-Tú no vas solo a ninguna parte –le recuerda Raff apartándome el pelo para darme besos en la columna vertebral.

-Vosotros dos podéis quedaros aquí y…

-Disculpa un momento, cielo. –Raff se aparta de mí, me abriga con el albornoz y me da un suave beso en los labios antes de acercarse a James y sujetarle por el cuello de la camisa para besarlo apasionadamente-. Tú no vas a ir solo a ninguna parte, James. Y mucho menos a resolver asuntos sobre tus padres.

Abro los ojos al escuchar esa última parte, los padres de James murieron trágicamente hace muchos años, es un tema muy doloroso y traumático para él. Por supuesto que no va a ir solo. Mis pies reaccionan antes que yo y camino hasta ellos para coger a James del cuello y besarlo con todas mis fuerzas.

-No vas a ir solo a ninguna parte, James.

-Pero, pero… -balbucea unos segundos-. Es a Japón, y tú y Rafferty tenéis trabajo y –traga saliva- puede ser peligroso.

Rafferty suelta la camisa de James para rodearnos a los dos por la cintura, desliza la mano derecha por la de James y la izquierda por la mía. Los tres estamos unidos. Siempre.

-Si tú vas a Japón, nosotros vamos contigo, James. Basta de hacer las cosas solo, ¿entendido? Os amo.

James carraspea, intenta disimularlo y no lo consigue, y sonríe levemente. Agacha la cabeza para darme un beso y sin decir nada se aparta y le da otro a Rafferty.

-Gracias –susurra al final.

-Dámelas de otra forma –bromea Rafferty con la voz ronca teñida de deseo.

James se ríe, era lo que Rafferty quería, y se aparta para empezar a desnudarse. Mientras, yo me giro hacia Raff y me pongo de puntillas para darle un beso lento y profundo en los labios.

-Lo has hecho muy bien, Rafferty. Gracias por cuidar de los tres.

Raff no me contesta, me besa y me levanta en brazos para llevarme a la cama.

No va a dejarnos.

Los tres seguiremos luchando por nuestro amor.»

Nunca es suficiente

Nunca es suficiente

 

Deseo de corazón que te haya gustado leer este pequeño regalo con Marina, Raff y James de protagonistas y que te enamores de Nunca es  suficienteYo ya estoy escribiendo mi próxima novela y muchas escenas más con las que sorprenderte, conquistarte y apasionarte.

Sigue leyéndome…

Miranda Cailey Andrews

 

 

 

 

 

 

 

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Daniel y Amelia, Noventa Días, Nunca es suficiente

A veces…es para siempre.

A veces me despierto asustado, a veces me despierto confuso, a veces me despierto furioso por culpa de una pesadilla demasiado real. A veces me despierto y me doy cuenta de que soy feliz. Esas veces son las que más me asombran, las que me cuestan más de asumir, a las otras… a las otras estaba acostumbrado. Ayer llegué tarde a casa. A casa, un concepto cuya existencia antes desconocía y que ahora me ha cambiado la vida. Me gusta decirlo, adoro sentirlo, me excita saber que hay un lugar, un solo lugar en el mundo que me pertenece y que dentro yo pertenezco a la mujer que amo. Y ella a mí. Odio llegar tarde a casa, perderme uno de esos minutos que son solo nuestros, míos y de Amelia, me pone furioso, sin embargo ayer fue inevitable. Patricia, mi socia en Mercer & Bond, tiene que ausentarse unos días, van a realizarle una pequeña operación, en su última revisión médica le encontraron algo que la asustó. Al final no ha resultado ser nada grave pero tienen que extirpárselo y Patricia, previsora, neurótica, auténtica como siempre ha insistido en reunirse conmigo y repasar todos sus asuntos “por si sucede algo”.

-No va a sucederte nada, Patricia –he insistido porque lo creo de verdad y porque realmente el mundo sería un lugar muy poco interesante sin Patricia Mercer.

-Si me sucede te quedarás tú solo con el nuestro bufete y te ocuparás de todo. -Si te sucede algo venderé el bufete al primer niño pijo de Harvard que quiera comprarlo solo para hacerte volver. Patricia me ha mirado confusa.

-Sigue sorprendiéndome comprobar que eres humano, Bond.

-Yo también te quiero, Mercer.

-Mírate, hablando incluso de sentimientos. Vete a casa con Amelia, vamos. Lárgate.

He soltado una carcajada, con la que me he ganado otra mirada, y la he dejado allí a solas con sus pensamientos. Sé que eso era exactamente lo que quería Patricia y yo quería ver a Amelia. El día se me hace eterno desde que trabaja en la O.N.G. En el coche he pensado en lo que le ha sucedido a Patricia, podría haber acabado de una manera muy distinta, el día que el doctor la llamó podría haberle dado una mala noticia. Me he pasado años fingiendo que no tenía un pasado, negándome a tener un futuro porque creía que era la mejor manera, la única, de evitar el dolor. Amelia no me dejó seguir haciéndolo y siempre que sucede algo que me hace retroceder me obliga a seguir adelante, a sentir como nunca antes había sentido. Amelia me da fuerzas, me convierte en el hombre más valiente que puedo ser, pero nuestro amor no puede protegernos de todo. De hecho, los dos hemos aprendido a la fuerza lo fácil que sería perdernos. Llego a casa, aparco el coche en el garaje de nuestro edificio y entro en el ascensor. Huelo su perfume, puedo sentirla allí conmigo. Amelia está metida tan dentro de mí que su olor me circula por la sangre, me acelera el pulso, me la imagino frente a mí. Los escasos minutos del trayecto se me hacen eternos y cuando la puerta del ascensor se separa salgo con la llave de nuestro ático en la mano. Está a oscuras, es tarde, Amelia lleva días cansada porque Marina está de luna de miel e insiste en hacer ella el trabajo de las dos. Intento contenerme para no discutir por culpa de eso pero me resulta muy difícil luchar contra mi instinto de protegerla. La luz del pasillo está encendida y encima de la mesa del salón hay una nota junto a un vaso donde hay una rosa blanca.

Es de las nuestras, te he estado esperando… Te quiero. A 

Me guardo la nota en el bolsillo de la americana para añadirla a las que ya tengo. Las guardo todas, no sé si Amelia lo sabe aunque seguro que se lo imagina y por eso insiste en dejármelas. La rosa es preciosa, ha salido del invernadero que Amelia insistió en construir en la terraza del ático cuando se mudó aquí. Lo primero que hizo fue obligarme a plantar un esqueje del rosal de mi madre que conservo en la casa de campo. Acaricio los pétalos igual que haré con el rostro de Amelia dentro de unos instantes. Camino hasta nuestro dormitorio, ella está dormida y procuro no hacer ruido. Me acerco a la cama y me agacho para darle un beso en los labios. Ella suspira sin despertarse. Me desnudo, me quedo en calzoncillos en contra de lo que desearía… sentir su piel en todo mi cuerpo, sin excepción. La pesadilla es horrible, me ahogo, no puedo respirar. No estoy encerrado en ninguna parte ni hay agua a mi alrededor, sencillamente no puedo respirar porque Amelia no está a mi lado. La busco frenético, desesperado, si no la encuentro pronto voy a morir. Se me acaba el tiempo, el corazón me quema dentro del pecho, el sudor frío me hiela la piel, ya no puedo pensar y lo único que siento es lástima de mí mismo porque mi vida no ha significado nada sin ella. Abro los ojos, me llevo una mano al torso para detener los latidos de mi corazón. En cuanto adquieren una velocidad soportable giro el rostro y la veo. Amelia está aquí, a mi lado. No puedo contenerme, no lo intento, la necesito demasiado. Levanto una mano, estoy temblando, y le acaricio el rostro, le aparto un mechón de pelo. Bajo la mano despacio, con las yemas de los dedos rozo la deliciosa piel de su cuello, la tira del camisón que descansa en el hombro.

-Daniel… -pronuncia mi nombre como solo lo hace ella.

-Te necesito. Amelia mueve una mano hacia mi rostro y me acerco a ella impaciente porque me toque, por sentirla encima de mí.

-¿Qué ha pasado?

-No estabas. -Es lo único que contesto.

Agacho la cabeza, busco sus labios y cuando estos ceden y se rinden a los míos con tanta dulzura estoy a punto de alcanzar el orgasmo. Amelia me toca la nuca, enreda los dedos en mi pelo.

-Estoy aquí, Daniel. Te amo, siempre estaré donde tú estés.

-Dios, Amelia, te amo. Deja que te sienta, lo necesito. Me acaricia los hombros desnudos y sigue respondiendo sin prisa a mis besos, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.

Lo tenemos.

Bajo la mano por encima del camisón y la deslizo por entre sus piernas, al sentir su calor gimo sin control. La acaricio con suavidad y reverencia, Amelia suspira, me deja sin aliento al entregarse a mí de esa manera.

-Yo también te siento, Daniel.

-Quédate así –le pido-, no te muevas. No digas nada, por favor.

Amelia asiente, deja que le coloque las manos como quiero, las levanto con adoración, le beso la piel de las muñecas y las dejo frente al cabezal. Ella lo rodea con las dedos. Sé que no va a soltarse, yo no lo hago cuando necesito entregarme a Amelia de esa manera, hoy necesito que sea ella la que se rinda. Beso a Amelia, le recorro el cuerpo a besos, la acaricio, la llevo al límite con mis susurros, mis labios, mi alma. Me coloco entre sus piernas, le tiemblan.

-Daniel…

-Un poco más, amor.

Le beso los muslos, respiro pegado a su piel, busco su sabor y lo capturo con mi lengua. Arquea la espalda, aprieta el cabezal. No se suelta.

-Gracias por la nota –susurro sin apartarme de ella. Mis palabras le erizan la piel-. Y por la rosa-. La beso donde estoy muy, muy despacio-. Gracias por amarme.

La piel le quema, tensa los músculos de la pelvis, se muerde el labio para no gemir y me incorporo para entrar dentro de ella y besarla en los labios. La beso, engullo sus gritos orgulloso por haberlos creado, la sujeto por los hombros para retenerla mientras me aseguro de formar parte de ella, de que nadie pueda arrancarme jamás de allí.

-Te amo, Amelia. Gracias por dejarme amarte. Me estremezco, grito, le muerdo el cuello y ella me acaricia el pelo con ternura mientras el resto de su cuerpo se sacude con un orgasmo intenso y violento. Amelia es capaz de destrozarme.

-Te amo, Daniel. Aparto la cabeza porque necesito volver a besarla. Ahora, con nuestros cuerpos unidos ya puedo respirar. No me aparto, vuelvo a moverme. Esta vez despacio, sin restricciones, dejando que me toque, suplicándole que lo haga. A veces tengo pesadillas pero Amelia siempre las derrota. Amelia siempre me derrota.

La amo, le pertenezco.

A veces...es para siempre, y más si se trata de Daniel y Amelia

A veces… es para siempre, y más si se trata de Daniel y Amelia.

 

Espero que te haya gustado leer lo que le sucede a veces a Daniel… y que tengas ganas de leer mi nueva novela. Se publica en septiembre y en ella descubrirás con quién se ha ido de luna de miel Marina, Nunca es suficiente puede robarte el alma.

Miranda Cailey Andrews

 

 

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