Daniel y Amelia, Escribiendo, Noventa Días, Todos los Días, Un Día Más

Feliz Navidad

Te pido disculpas por el retraso y la casi ausencia, sólo puedo decirte que las historias que estoy escribiendo están avanzando a un ritmo trepidante…y que tengo muchas ganas de que lleguen a tus manos.

Es Navidad y desde mi hogar, rodeada de apuntes y tazas de té, de niñas que gritan y se quejan porque quieren disfrazarse y jugar con los regalos de Santa Claus, y con los árboles susurrándome desde la ventana, te deseo lo mejor del mundo. Aquí tienes mi pequeño regalo…

Feliz Navidad

«No sé exactamente qué me ha despertado, no ha sido ningún ruido. Laura sigue dormida en su cuna, la luz del aparato de escucha no se ha iluminado, y Daniel está también dormido a mi lado. Giro el rostro hacia Daniel y le acaricio la mejilla, la barba incipiente me hace cosquillas en la palma y él suspira al notar mi mano. Me espero un segundo, él no abre los ojos y le aparto un mechón de la frente. Después, salgo con cuidado de la cama y en silencio camino hasta el dormitorio de nuestra hija. Me imagino que todas las madres primerizas sufren de esta manera, pero si no es así, no me importa ser distinta. No voy a justificarme por estar completamente enamorada de mi pequeña, y Daniel lo está aún más. Nunca antes le habían brillado los ojos como cuando mira a Laura, es precioso. Entro en el dormitorio y me acerco a la cuna. Está plácidamente dormida, en una mano sujeta las orejas del conejito que Daniel le compró cuando nació. Respira despacio y cuando le acaricio la delicada mejilla sonríe igual que su padre. Es idéntica a él.

Me acerco dos dedos a los labios y deposito un beso en ellos, y después coloco los mismos dedos en la pequeña nariz de Laura. Yo también sonrío y abandono el dormitorio con el mismo sigilo con el que he entrado. La luz que entra por el gran ventanal del comedor me permite caminar sin encender ninguna luz y al cruzar la puerta de nuestro dormitorio compruebo que Daniel sigue durmiendo. Está tan tranquilo, aún hay noches en las que se despierta sudado o incluso furioso, y todavía hay días que se encierra dentro de sí mismo, pero siempre termina dejándome entrar. Cojo mi Moleskine roja, un cuaderno que me regaló Daniel hace meses y me pidió que lo utilizase para escribir lo que siento. Yo nunca antes había sentido la necesidad de poner por escrito mis emociones, pero para variar Daniel me conoce mejor que yo misma. Él siempre ha adivinado mis necesidades y ha confiado en mí para que yo adivinase las suyas.

Hay una pequeña butaca en una esquina del dormitorio, cerca del armario. Detrás del sofá hay una preciosa lámpara de pie, es antigua y sé que vale mucho más de lo que Daniel reconoció cuando me la regaló. La enciendo y me siento en la butaca con el cuaderno y un lápiz en la mano. Empiezo a escribir, el lápiz forma palabras y al leerlas entiendo porque me he despertado. Estoy nerviosa, mañana, dentro de unas horas, es Navidad. La primera Navidad que pasaremos los tres juntos libres de amenazas y de maldad. El regalo que tengo para Daniel descansan en el fondo del armario que está a mi espalda, tengo muchísimas ganas de dárselo, de ver la sonrisa que aparecerá en su rostro, de sentir su mirada sobre la mía.

-¿Puede saberse por qué estoy solo en la cama?

La voz de Daniel me hace cosquillas en el corazón y al apartar la vista del cuaderno veo que él sigue tumbado. Está de lado, con el rostro hacia mí y los ojos entreabiertos.

-Daniel, no quería despertarte.

-Ya sabes que no puedo dormir sin ti. Ven a la cama.

Le miro durante unos segundos y el corazón me late con una emoción abrumadora. Le amo tanto. Él se da cuenta de que no me he levantado y arruga las cejas preocupado.

-¿Sucede algo, Amelia?

-No, nada -le aseguro tras carraspear-. Te amo.

-Yo también te amo.

Se incorpora. La sábana le resbala y el torso queda al descubierto; los fuertes músculos, las cicatrices, la fuerza. Necesito estar con él, tocarle, abrazarle, besarle. Protegerle de todo y asegurarle que siempre estaré a su lado.

-Estaba escribiendo -le digo. Aunque es verdad que siento el impulso de levantarme, me obligo a seguir sentada-. Gracias por regalarme el cuaderno, Daniel.

-De nada. -Veo que aprieta la sábana entre los dedos-. Amelia, si no vienes a la cama ahora mismo, me levantaré y vendré a buscarte…

-No. Quédate donde estás y escúchame.

Continuará. »

Mañana podrás leer más….si te pasas por aquí, por supuesto.

Miranda Cailey Andrews.

Feliz Navidad

Feliz Navidad (sé que la foto es en color… pero era necesario, ya lo verás)

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Nunca es suficiente

Una mirada puede acariciarte la piel

Nunca es suficiente tienes pocos días de vida, apenas una semana, y siento la necesidad de contarte más sobre la historia de amor y de pasión que se esconde entre sus páginas y sobre la mujer y los dos hombres que la viven. Me he dado cuenta de que siempre me quedo corta y después de leer tus comentarios creo que tú opinas lo mismo (gracias), así que te adelanto que mis próximas novelas tendrán como mínimo el doble de páginas. El doble. Espero no asustarte y que quieras leerlas, mientras aquí tienes una escena inédita de Nunca es suficiente.

Si has leído la novela, te gustará, es sobre una noche muy especial para Marina, Raff y James. Si no la has leído, te seducirá y se quedará dentro de ti pidiéndote a gritos que compres el libro y lo devores entero. No contiene spoilers, si me conoces ya sabes que creo firmemente que no existe nada más erótico que el amor y los finales felices (a pesar de lo doloroso que sea el camino hasta llegar a ellos).

Lee y enamórate de Marina, Raff y James. He titulado esta escena, este capítulo de regalo, Una mirada puede acariciarte la piel.

«Rafferty está nervioso, lleva días intentado ocultarlo sin éxito. Debería decirle que no pierda el tiempo, que estoy tan dentro de él que nunca podrá mentirme, pero he aprendido que Raff, cuando algo le preocupa de verdad, necesita hacer las paces consigo mismo antes de enfrentarse a mí. A nosotros, en realidad. Le sucede lo mismo con James. Hubo un tiempo en el que tuve miedo de que no llegase a ser así, temía que nuestra relación no fuese de verdad la misma, que nuestro amor se repartiese de manera distinta y no equitativa. Qué equivocada estaba. Nuestro amor no es igual, es distinto entre los tres, los tres necesitamos ser amados y que nos amen de distintas maneras, como cualquier persona enamorada, pero la intensidad de los sentimientos, la intimidad que compartimos no conoce límites.

Tal vez sea porque entre nosotros nunca han existido.

-¿Qué diablos le pasa a Raff? -es James, entra en la cocina donde estoy tomándome un té. Ellos dos estaban abajo cuando he llegado a casa, les he oído hablar y he preferido no acercarme. He detectado en sus tonos de voz que esa conversación les pertenecía solo a ellos. Y que James estaba intentado hacer hablar a Rafferty.

Sonrío.

-La semana pasada le llamó su padre -le cuento-. No me lo ha dicho, cree que no lo sé. Le oí por casualidad, Raff estaba en el salón cuando le sonó el móvil, yo bajaba por la escalera. No sé qué le dijo, le colgó antes de que llegase a su lado y no me dijo nada.

-¿No se lo preguntaste? Ese hijo de puta seguro que le ha hecho daño, voy a…

-No vas a hacer nada.- Coloco una mano en su torso, se le ha acelerado el corazón y ha cerrado los puños-. Por supuesto que se lo pregunté, y me bastó con mirarle a los ojos para saber que nos lo contaría cuando llegase el momento. Tenemos que esperar, ¿de acuerdo?

Me pongo de puntillas y le doy un beso en los labios. James responde de inmediato, suspira cuando nuestras bocas se juntan y sus manos se cierran sobre mi cintura, pegándome a él.

-De acuerdo -farfulla sin soltarme-. Pero no me gusta. Necesito protegeros, asegurarme de que sóis felices. Estáis metidos en esto por mí.

Enarco una ceja y le clavo las uñas en la espalda.

-Esto es lo mejor que nos ha pasado en la vida y no estamos aquí por ti. Estamos aquí porque nos amamos. Y no eres tú el que tiene que hacernos felices, es cosa de los tres, ¿entendido?

Se le oscurecen los ojos, traga saliva dos veces y asiente sin apartar la mirada de mí.

-Dios, tengo que estar dentro de ti ahora mismo -asegura antes de devorarme los labios y empezar a desabrocharme los botones de la blusa.

Yo hago lo mismo, los besos de James siempre me aceleran el corazón y hacen que me olvide de todo lo que me rodea excepto la pasión y el deseo que él me despierta. Tiro de la camisa que lleva para sacársela del pantalón y acariciar la piel, las heridas dejadas años atrás por un sable y por su pasado en Japón del que todavía nos falta tanto por descubrir. Demasiado. Él aumenta la intensidad del beso al notar mi caricia y me levanta del suelo para ponerme encima del mármol donde suele haber un jarrón. Hoy no está, lo habríamos roto y a ninguno le habría importado. Le desabrocho el cinturón, no podemos contenernos más y la ropa es un obstáculo insoportable. Si pudiera quitarle la maldita camisa…

-Chis, tranquila, deja que lo haga yo -susurra Raff y tanto James como yo nos detenemos un segundo. Abro los ojos, veo que a James se le eriza la piel igual que a mí.

Raff está detrás de James, le besa el cuello, sube despacio hasta detenerse en la oreja y susurrarle allí su nombre.

-Jamie… -Solo él le llama así.

James cierra los ojos y vuelve a besarme. Hay más pasión que antes, más amor, ha dejado de controlarse.

Raff tira de la camisa de James y le muerde encima del hombro sujetándole las caderas, moviéndose a su espalda. James me baja la ropa interior, las manos se deslizan firmes por mis muslos mientras los labios descienden por mi cuello y me besa por encima del sujetador.

-Marina, Raff, os necesito. -No suena a súplica, suena a desesperación y a orden.

Suspiro, gimo, no puedo contenerme, cuando estoy así con ellos me convierto en una criatura que solo siente y que solo se calma cuando nos perdemos juntos. Separo las piernas, James se coloca entre ellos y alargo las manos para tocar a Raff. Se ha quitado la camisa, siento su piel bajo las yemas y sé que apenas me quedan unos minutos antes de pedirles, por favor, que me hagan sentir que formo parte de ellos.

-Raff -susurro su nombre echando la cabeza hacia atrás para que James me bese el cuello-, te necesitamos.

-Y yo a vosotros. Mucho. Muchísimo -confiesa casi para sí mismo, besando la espalda de James, recorriendo su torso, y acariciando el mío con los nudillos-. Siento haber estado distante.

James se aparta un poco de mí, no demasiado, lo justo para mirarme a los ojos y sonreírme. Sé lo que me está diciendo, me está dando las  gracias por mi consejo, por haberle dicho que teníamos que esperar.

-No importa -le dice a Raff antes de besarme-, ahora estás aquí.

-Sí, y siempre voy a estarlo. Nadie podrá entrometerse entre nosotros.

Oigo el ruido de algo metalizado golpeando el suelo y levanto las pestañas los justo para ver que ha sido el cinturón de Raff al caer. Está completamente desnudo. James también. Son lo más bello e impresionante que he visto nunca.

-Quiero estar dentro de ti, Marina, lo necesito -me pide James. Yo tengo la blusa desabrochada y sigo llevando el sujetador, aunque está empapado por sus besos. La falda está arremolinada en mi cintura y él hunde allí los dedos, sujetándome, ocultando su temblor-. Y a ti Raff también. Te necesito dentro de mí. Ahora. Siempre.

Le tiembla la voz, los tres nos damos cuenta. James, a pesar de ser tan fuerte, sigue sintiendo que sin él Raff no habría tenido que superar tantos miedos ni tantos obstáculos. Aunque no sería tan feliz. Nunca lo habría sido.

-Dios mío, Jamie, amor mío. Yo también te necesito. -Raff aprieta los ojos. siente el dolor que le ha causado a James en su piel. Lo sé porque le hace girar el rostro y le besa con tanta delicadeza que se me llenan los ojos de lágrimas-. Te amo, Jamie. No lo dudes nunca, yo no lo dudo. Por muchas llamadas de ese cretino.

-Yo también te amo, Ra -dice James tras el beso-. Y a ti, Marina, te amo.

Se gira y me besa con idéntica ternura mientras captura mis lágrimas con el pulgar.

-Os prometo que os lo contaré todo -asegura Raff conteniéndose, con la voz ronca de deseo-. Después. Ahora, necesito hacerle el amor al hombre y a la mujer que amo.

James me besa apasionadamente, se desliza con cuidado dentro de mí y se detiene. Aprieta los dedos. Los dos esperamos a que Raff cumpla su promesa y nos haga el amor.

Cuando lo hace, cuando estamos los tres unidos, el placer es tan grande y el amor es tan fuerte que nada puede separarnos.»

Una mirada puede acariciarte la piel... así es como Raff mira a Jamie y a Marina.

Una mirada puede acariciarte la piel…así mira Raff a su Jamie y a su Marina

@Miranda Cailey Andrews.

No existe nada más erótico que el amor, Marina, Raff y James así lo creen, igual que Amelia y Daniel Bond e igual que yo. Si tú también estás convencido de ello, sigue leyéndome ♥

 

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